Cine no tan santo para Semana Santa.
En Semana Santa, no todas las películas que veamos tienen que tener un romano dentro...
Para el que firma este artículo, y es posible que para los que compartan con él una cierta edad, decir Semana Santa y acordarse de un tipo vestido de romano es lo mismo. Puede ser Charlton Heston en Ben-Hur, Robert Taylor en Quo Vadis o Richard Burton en La Túnica Sagrada, pero esos pechos de lata, esas rodillas al aire y esas sandalias vienen a nuestra mente como las torrijas vienen a nuestros estómagos cada vez que el calendario ronda el jueves santo. Aquellas películas eran programadas en paquetes, ciclos y maratones en nuestra televisión española casi sin solución de continuidad, de la misma manera que no debe haber calle de Sevilla que no tenga su propia procesión.
Claro que el quid del asunto no era precisamente mostrarnos los usos y costumbres del Imperio Romano ni enseñarnos su grandeza. La cosa era imbuirnos del espíritu cristiano que parecía surgir de todas partes al celebrar la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, que por lo visto era lo que se celebraba en Semana Santa, todo muy serio y muy profundo. Uno nunca se tomó en serio todo esto, ateísmo mediante, y terminó más bien por verlo como un periodo de tiempo apto para dos cosas, a saber: salir de Madrid hacia cualquier punto del mapa escapando del Rey de Reyes de Nicholas Ray, o quedarse en casita y programarse uno mismo un ciclo de cine mucho más acorde con la personalidad, aunque sin desestimar cierta referencia a la festividad que llenaba nuestras televisiones de romanos. Visto que lo primero nunca ha sido demasiado original, y se le ocurre a millones además que a mi, lo del cine mío de cada Semana Santa se ha terminado por convertir en una especie de tradición que al menos puedo compartir con sufridores del asunto como yo, para que se pueda convertir en el cine nuestro de estos días. Para todos los demás, que disfruten como puedan, quieran o les dejen de las fiestas.
La Vida de Brian (Terry Jones, 1979)
Casi tan clásico como el mayor clásico que se pueda pensar sobre estos días. Repleta de gags desternillantes, es el perfecto antídoto contra la seriedad que parece presidir estos días. Al igual que el legionario, por mucho que queramos, no vamos a poder contener la risa.
El Código Da Vinci (Ron Howard, 2006)
A pesar de la polémica creada por la novela de Dan Brown, los tan cacareados secretos aireados por el supuesto código del genial Da Vinci no tienen demasiada base científica, pero si el indudable atractivo de ser eso, polémicos (al menos para una parte de los creyentes).
Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973)
Están las Saetas, y están las canciones del exitoso musical rock de Broadway convertido luego en más exitosa aún película basado en la pasión y muerte de Jesús. Hay gente pa tó… y poca gente que no pueda recordar el estribillo de la canción principal.
La Semilla del Diablo (Roman Polanski, 1968)
Se dice que la existencia de algo se confirma por a través de su contrario. Así, la de del demonio sería validada por la existencia de Dios, y de Cristo, por esta semilla del diablo. O algo así. En todo caso. pasar miedo tranquilamente en casa es válido para cualquier tiempo, incluido Semana Santa.
Indiana Jones y la Última Cruzada (Steven Spielberg, 1989)
Si hay un spin-off importante de toda esta historia de la Semana Santa, ese es la búsqueda del Santo Grial. Y nadie para buscarlo con más estilo ni con más diversión para nosotros que Indiana Jones junto con su afamado padre.
El Nombre de la Rosa (Jean-Jacques Annaud, 1986)
No debería ser necesaria ninguna excusa para acercarse a las aventuras de Fray Guillermo de Barkerville y su ayudante Adso de Melk. pero la Semana Santa es un tiempo perfecto para paladear el enfrentamiento entre las posturas religiosas (y vitales) que aparecen en la adaptación de la imprescindible novela de Umberto Eco.
La Última Tentación de Cristo (Martin Scorsese, 1988)
A Jesús le tienta el demonio mostrándole como podría ser su vida si no la diera por sus discípulos. Scorsese se marca una interesante película, más allá de la polémica que provocó, con la que mirar la vida y muerte de Jesús con otros ojos.
Nadie conoce a Nadie (Mateo Gil, 1999)
Ni más ni menos que La Semana Santa sevillana es el escenario elegido por un psicópata para realizar su particular lista de la compra en forma de asesinatos. Un thriller español más que interesante basado en una buena novela de Juan Bonilla.
Jesús de Montreal (Denys Arcand, 1989)
Un joven actor acepta la propuesta de un párroco de la ciudad canadiense de Montreal para interpretar a Jesús en un montaje teatral. Una reflexión muy particular sobre la religión y la figura de Jesús que alcanzo cierta notoriedad en su tiempo y que anda algo olvidada en el recuerdo.