Exposición: Pop Art para el verano.

Cuqui Guillén nos ofrece mucho más que pop.

Debemos mucho a una lata… Sí, esa famosa lata de sopa Campbell que revolución la valoración del arte y marcada de lleno la irreverencia como tema y ensalzaba la cultura popular y kistch a los altares de una estética autocomplaciente con los medios de masa y de reproducción seriada. El arte estaba en el supermercado, en la televisión, en los discos, en los carteles.. en el aire. Pasados los años debemos mucho a esa sopa, al divismo de Warhol y a una estela de autores españoles que se subieron a ese tren de la reivindicación y la modernidad. Una de esas artistas es la valenciana Cuqui Guillén, que presenta su exposición GIVE ME MORE en el espacio de arte de Algemesí (Casino Libera) y que se puede visitar hasta el  9 de septiembre.

Si aplicáramos el método biográfico de Vasari, podríamos decir que asistimos a un momento de plenitud en la trayectoria de Cuqui Guillén. Las obras que componen la exposición Give me more respiran la calma propia de la madurez, un equilibrio entre la estética y  el mensaje, abordado con una técnica exquisita que evoca el realismo impactante del Pop Art. En ellas habita la misma audacia crítica que en sus obras de Equipo Límite, pero en una configuración en apariencia menos irreverente. Del fondo de sus estampados florales y de los círculos concéntricos de color, emergen sus personajes con la fuerza impactante de los mass media. La figura de la mujer sigue siendo el centro de su iconografía. Exuberante y femenina se desliza por los códigos de la moda de los años cincuenta, el cine de Fellini o la sensualidad inocente del pop de los sesenta. Su sensualidad preside los contundentes óleos, de colores vivos, en medio de una perturbadora composición alegórica que juega con nuevos símbolos procedentes del manga y la cultura popular asiática. En algunos de sus dibujos la tensión sexual se resuelve en una exclamación dominante que da título a la exposición: Give me more.

Y como respuesta Cuqui nos da mucho más Pop: recuerdos de la infancia,  imágenes delirantes y vivas con el inocente y a veces burdo erotismo de los juegos roles y  tópicos explotados por el cine y la cultura de masas, pero todo hilvanado con la mágica música de la banda sonora del cine Billy Wilder. Con ello parece hablarnos de la dudosa satisfacción de la vida moderna y con algunas gotas de nostalgia nos aboca a un mundo perfecto casi de juguete creado por obra y gracia del arte, en el que reina la estética, el color y la risa permanece.



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