Klee se adueña de la Tate.
Los cuadros del pintor alemán se exhiben este otoño en 17 salas del museo londinense.
La exposición ‘Paul Klee: Making Visible‘ es una de las más ambiciosas que jamás se hayan llevado a cabo sobre la obra del pintor suizo y profesor de la Bauhaus. Recorre cronológicamente, a lo largo de tres décadas, la evolución de la versátil e intensa obra del pintor tanto en óleos, acuarelas o en tinta, y ha dispuesto para ello nada menos que 17 salas.
Esta retrospectiva de su obra en la Tate Modern abarca diferentes épocas, siempre ligado a los movimientos modernistas y de vanguardia. De hecho, es de sobra conocida su filiación con Vasili Kandinski, Franz Marc y otros miembros de la asociación artística Blaue Reiter, en la que les unía su pasión por el Fauvismo y el Cubismo.
La muestra arranca con el Klee que, durante la Primera Guerra Mundial y los años posteriores, horrorizado, desarrolla sus primeros trabajos abstractos en un ‘patchwork’ de color que luego sería su seña característica: los llamados ‘cuadrados mágicos’. Poco después comenzaría a enseñar en la Bauhaus, aunque no sería éste el final de su carrera creativa.
En la década de los 30 cambia radicalmente de estilo. Se refugia en Suiza tras ser expulsado de su cátedra por los nazis y fue más prolífico que nunca, al tiempo que la inseguridad financiera y su salud empeoraban. Son cuadros pequeños, más oscuros, que el propio Klee agrupó de un modo que la ate ha tratado de recuperar tal cual lo ideó el artista. Hasta marzo será posible admirarlos, 80 años después.