Serendipia es un neologismo que hicimos propio a partir de un vocablo inglés: Serendipity. Claro que tampoco era ésta una palabra sajona sino una inventada en un cuento persa. El responsable del nacimiento de este vocablo como palabra común fue el británico Horace Walpole, quien la utilizó en una carta dirigida al escritor Thomas Mann y fechada el 28 de enero de 1754. Serendip era la isla de los tres príncipes persas que solventaban grandes problemas a través de casualidades todavía más grandes y por eso a Walpole le pareció de lo más apropiado denominar como ‘serendipities’ aquellos descubrimientos o hallazgos a los que se llegaba por casualidad, los que no eran investigados ni buscados con afán sino hallados por casualidad -¡serendipia!- mientras se investigaba otro asunto. Recordamos hoy, en homenaje a Walpole y su serendipia, algunas de las serendipias más interesantes de la historia.
Su autor estaba tomando un baño y no trabajando concienzudamente cuando se percató de como el agua subía al introducirse en el barreño... Cuentan que salió desnudo a la calle gritando ¡Eureka! para celebrar su serendipia.
Es también fruto de una serendipia; fue la contaminación con hongos de una muestra vírica con la que trabajaba la que dio la pista a Fleming que lo llevaría a descubrirla.
Henning Brand buscaba crear oro, y en su afán por tan lucrativo fin experimentaba con diferentes sustancias; sus pruebas lo llevaron, por casualidad, a una blanquecina que, al entrar en contacto con el aire se encendía...
Cierto es que todas estas serendipias son casualidades... pero no fruto del azar o la suerte nada más sino, como afirmaba Pasteur, de las mentes despiertas.
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver