Niels Henrik David Bohr vio la luz primera en octubre de 1885 en las heladas tierras de Dinamarca, donde transcurrió buena parte de su infancia. Su padre, un importante fisiólogo de la Universidad de Copenhague, había introducido el fútbol en Dinamarca, por lo que el joven Bohr y su hermano Harald eran buenos deportistas. De hecho, su hermano consiguió ser futbolista profesional y un importante matemático, el que fundó el campo de las funciones cuasiperiodicas. Asociada a la fuerza física de Niels, el Bohr que hoy nos importa, su genialidad quedó manifiesta desde muy temprana edad cuando, a pesar de ser él quien resolvía los problemas, daba a sus compañeros de colegio la impresión de haber sido ellos los que habían contribuido al resultado, aun cuando hubieran sido meros espectadores en la resolución del dilema. Más tarde, Bohr estudió en la Universidad de Copenhague, institución en la que adquirió el conocimiento que lo llevaría a elaborar su propia teoría, la que años más tarde le valdría el Premio Nobel de Física de 1922, el primero otorgado a un danés.
Con el fin de perfeccionar su conocimiento, en 1912 se había trasladado Cambridge, ciudad donde trabajó con J. J. Thomson, pionero en explicar la existencia de los electrones y pionero investigador del ámbito atómico. Poco después, se marchó a Manchester, gracias a la invitación que Ernst Rutherford, que había formulado la teoría de la desintegración atómica radioactiva, le había cursado para colaborar con él. En ese momento la física se debatía entre considerar al electrón como una partícula o como una onda y fue Bohr el que introdujo la teoría de la complementariedad, la cual reivindica la naturaleza dual del electrón. Esta propuesta no hubiera sido realizada sin el precedente teórico formulado por Max Planck sobre los quanta, la unidad que a nivel molecular son a la energía lo que los átomos a la materia. Bohr se valió de las teorías de Rutherford sobre los fenómenos radioactivos para dar por primera vez una imagen matemática coherente de la estructura del átomo, de sus componentes fundamentales y de sus interacciones.
Al llegar la ocupación nazi a Dinamarca, Bohr tuvo que exiliarse, primero en Suecia y más tarde en Estados Unidos, por su ascendencia judía. Siempre con una actitud científica no beligerante, continuó colaborando con la comunidad científica de su época, incluso con aquella que trabajaba para la Alemania nazi. Bohr siempre rechazó el uso bélico de sus descubrimientos. Incluso defendía porque el saber científico no fuera posesión exclusiva de un solo país. El Primer Ministro Winston Churchill amenazó con encarcelarlo si proseguía con esas ideas. Esta misma actitud le hizo participar en el Proyecto Manhattan, la materialización aliada de una carrera contra el eje para desarrollar mejores y más potentes armas de destrucción. Con la devastación de Hiroshima y Nagasaki concluyó la guerra. A menudo se dice que sin la contribución de Niels Bohr la bomba atómica difícilmente hubiese sido construida. El científico, molesto y trastornado, regresó a Dinamarca y se dedicó durante los últimos veinte años de su vida a hacer ver la necesidad de usar los hallazgos de la física nuclear con fines útiles y benéficos. En 1952, Bohr ayudó a crear el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN) en Ginebra, y dos años más tarde organizó la primera conferencia Átomos para la paz.
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver