La leyenda cuenta que siendo niño a Muhammad Ali-Haj -nacido bajo el nombre de Cassius Marcellus Clay- le robaron la bicicleta y decidió comenzar a boxear para darle una buena paliza si encontraba al que lo había hecho. El policía al que denunció la desaparición y entrenador de boxeo en sus tiempos libres, sugirió a Cassius que debía empezar a pelear bajo su tutela. Después de los Juegos Olímpicos de Roma 1960, donde obtuvo la medalla de oro en la categoría de pesos ligeros, decidió profesionalizarse. Pronto, Clay se volvió una celebridad por su estilo poco ortodoxo, que el mismo había definido como vuelo como una mariposa y pico como una abeja, la cual se basaba en moverse alrededor del rival e ir golpeándole de forma que el rival no pudiera pensar en ningún momento.
Sus resultados fueron espectaculares: entre el 60 y el 63, el joven Cassius consiguió el récord de 19 victorias sobre 19, incluyendo 15 K.O. También se hizo famoso por su locuacidad fuera del ring, con continuas declaraciones en las que exhibía un ego sin límites. Pero Clay había nacido en un país que desde la Guerra Civil Americana insultaba y humillaba a los negros, un país en el que los trabajos más elementales y peor pagados mantenía a los negros en la pobreza y la ignorancia. Como preguntó el filósofo francés Jean Paul Sartre en un artículo de la época, ¿Pero qué esperabais oír cuando se le quitara la mordaza a esas bocas negras?. Clay tenía conciencia revolucionaria, y sabía que era una gran voz para su raza, una figura que utilizó el nigger que tantas veces se les había escupido y comenzó a reivindicar su identidad como negro frente al blanco con orgullo. Necesitaba un nuevo nombre que borrara todo lo que de blanco llevaba en su sangre, su nombre de esclavo, el mismo que había llevado su padre y su abuelo, Cassius Marcellus Clay, el nombre del amo que se lo había puesto.
Cassius se convirtió en el aspirante por el título que en ese entonces ostentaba el muy temido y respetado Sonny Liston. Y consiguió convertirse en Campeón del Mundo de los pesos pesados ya convertido al Islam y con su nombre de hombre libre, Muhammad Ali. Defendió el cinturón en diversas ocasiones. Hasta que por su negativa a alistarse a la guerra de Vietnam –el Vietcong ese no me ha llamado negrata– fue desposeído del título y condenado a 5 años de prisión y una multa de 10.000 dólares. Consiguió eludir la cárcel, pero perdió el derecho a boxear.
En 1971 el Tribunal Supremo le dio la razón como objetor de conciencia, y pudo regresar al cuadrilátero. Su primera derrota se produjo años después al tratar de reconquistar el cinturón de los pesados ante Joe Frazier. No tardaría en tener otra oportunidad en el legendario combate de Kinshasa ante George Foreman. Renovaría el título ante Frazier y luego lo defendió ante diferentes boxeadores. Finalmente lo perdió el 15 de septiembre de 1978 en el Superdome de New Orleans ante un novato, Leon Spinks. Después anunció su retirada del boxeo. Cassius Clay no quiso ser el boxeador al que los blancos veneraban por su obediencia. Y eligió. Eligió la Nación del Islam y eligió otro nombre. Por eso Ali, el boxeador más grande de todos los tiempos, algo más que un boxeador, nos ha hecho un poquito mejor a todos.
“América, yo soy la parte que no reconoces. Negro, seguro de sí mismo, orgulloso. Mi nombre, no el tuyo; mi religión, no la tuya. América, vete acostumbrando a mí.”
“Voy a luchar no por mí, sino para levantar a mis hermanos pequeños que están durmiendo hoy en el suelo de América, la gente negra que vive de la beneficencia, que no puede comer, que no se conocen a sí mismos, que no tienen futuro.”
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver