José Echegaray era hijo de navarra y aragonés. Desde su infancia destacó por su asombrosa capacidad para la matemática, algo verdaderamente insólito por el escaso número de matemáticos que había en la España de su tiempo. Gracias a ese don, con catorce años ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, de la que salió con veinte. Diez años después, sería nombrado académico de la Real de Ciencias Exactas.
Echegaray fue también ministro de Fomento y de Hacienda en varios gobiernos de antes y de después de la Primera República, y uno de los impulsores de la creación del Banco de España. También fue director de la Real Academia de Ciencias Exactas, de la Real Academia de la Lengua, primer presidente de la Real Sociedad Matemática Española y mentor de la Institución Libre de Enseñanza.
Una de las grandes preocupaciones de la vida de Echegaray fueron las matemáticas, ciencia con presencia nula a lo largo de la historia de no haber sido por las contribuciones de los matemáticos árabes, que pergeñaron en Al Ándalus desde el cero al álgebra. Y mostró interés en múltiples campos, las teorías de la elasticidad, de la luz, del calor, de la gravitación, de la capilaridad, de los torbellinos, de la electricidad y el electromagnetismo, de los rayos catódicos y de la radioactividad, las funciones de Bessel, armónicos esféricos, teoría del potencial, series de Fourier, ecuaciones diferenciales, cálculo de variaciones…
Pero esta mente prodigiosa, el matemático español más importante del siglo XIX, escribió como divertimento alrededor de setenta obras dramáticas porque el cultivo de las Altas Matemáticas no daba lo bastante para vivir. Porca miseria! diría un italiano.
Por esas obras recibió, en 1904, el primer premio Nobel otorgado a un español, el Premio Nobel de Literatura que le negaban a literatos como Azorín, Unamuno o Machado. A él, que pensaba que el drama más desdichado, el crimen teatral más modesto, proporciona mucho más dinero que el más alto problema de cálculo integral. Un gran matemático cuestionado por muchos como escritor. Pero su labor como profesor y divulgador de las matemáticas es monumental. Lo mismo que Betrand Russell, el otro gran matemático premiado con el Nobel de literatura.
“Adula el que requiere de amores a la mujer a quien no ama, y aunque la ame; adula el que va a pedir un favor, y la Humanidad se pasa el día pidiendo favores; adula el humilde al poderoso y el cortesano al monarca; y los emperadores adulan a sus pueblos.”
El mundo está lleno de gente interesante, de gente que aporta, que crea, que sabe… la gente que construye en sociedad, la gente que admiramos, en la que creemos, es ésta.
Abogado, doctorado en ciencias políticas y presidente número 28 de Estados Unidos, Woodrow Wilson nació en Staunton, Virginia, el 28 de diciembre de 1856. + ver