Un patio familiar.

Sushi y cervezas de autor, la última propuesta del Hotel Villa Magna.

Un restaurante o un hotel lo construyen sus clientes y quienes allí trabajan. No solo lo hacen los propietarios. Ellos aportan pero suma cada gesto de quienes reciben, sirven, cocinan, recogen… Y así cada día. En el Villa Magna, pese a ser un gran hotel de lujo, se observa un aire familiar que lo hace todavía más interesante. Se nota, y mucho, en su Patio Magnum.

A última hora de la tarde y primera de la noche, en torno a las mesas bajas se forman grupos. De diversas edades, son viajeros que eligen este hotel en cada visita y llegan con los pequeños cada vez más crecidos. Comparten una copa, algo de cena y se despiden hasta el día siguiente. Junto a ellos, también clientes externos, que luego regresarán a sus casas, eligen este agradable oasis junto al Paseo de la Castellana y la Milla de Oro para disfrutar de su novísima oferta de sushi. Efectivamente, hoy por hoy, es posible encontrar sushi en casi cualquier lugar, pero difícilmente como éste.

Fresco y recién elaborado por el sushiman, se puede degustar de martes a jueves de 19.00 a 23.00 horas y, viernes y sábado, hasta las 01.00 horas. Se encuentran las recetas niponas más clásicas y otras sorprendentes: Karibe, Manzanita y Madrid, por ejemplo. E incluso, una especialidad sin arroz, sashimi maki, mezcla de pescados y alga, sumamente recomendable.

Se pueden acompañar de la bebida deseada pero, desde el hotel, se atreven a recomendar el maridaje con cervezas de autor. Por ejemplo, la leonesa Ahora y la valenciana Spigha. Quizá otra más acorde con el gusto del cliente.

Hablamos de un hotel que recibe a huéspedes de medio mundo, con especial protagonismo de mexicanos, de modo que, si alguien prefiere otro tipo de propuesta, existe una amplia carta de tapeo y recetas clásicas. Y de postre, por favor, que no falte la selección de macarons. Ése pequeño dulce tan bonito y delicioso, elaborado en el propio establecimiento.

Un restaurante o un hotel lo construyen sus clientes y quienes allí trabajan. Por ejemplo, los camareros atentos a cada detalle, que charlan con naturalidad y explican con pasión aquello que sirven. No olvidemos nunca a las personas, ellas son las que importan y convierten cada visita en una experiencia.

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