Siempre Tweed, siempre trendy.

La cocina es buena. El precio, también. El ambiente es perfecto.

Escocia lo vio nacer. Chanel lo instituyó. Ahora, Madrid lo patenta en versión gastronómica. Sobre los hombros o sobre la mesa, el tweed es lo que tiene, que es sofisticado, versátil y nunca pasa de moda.

Inspirado en esas tendencias duraderas que aseguran el éxito ayer, hoy y siempre, Tweed abre sus puertas en las frontera entre Chamberí y Salamanca, dos de los barrios con más charme de la capital, para ofrecernos un desfile de recetas tradicionales en un escenario actual y cosmopolita.

En el papel de sastre, José María Ibáñez se encarga del diseño y la puesta a punto de los platos. Se inspira en la esencia de su trayectoria en Semon o Jockey, de donde rescata bocetos que actualiza según los patrones actuales que demandan los paladares gourmet.

Desde el prêt-à-porter a la alta costura, de lo más cotidiano a lo más formal, todo tiene cabida en referencias como las colitas de cigala en tempura con ali oli de coral o el emblemático revuelto Dorero que acompaña desde hace años al chef. A su lado también los canelones Rossini, como fondo de armario imprescindible, las ensaladas más casual con producto de primera y el tartar de atún rojo de almadraba o los fritos de pixín con salsa tártara, un delicioso acompañamiento que muchos clientes reclaman en formato take-away.

Algunos platos ya se confeccionan a medida y para llevar. Es el caso de las verdinas con bogavante, el carré de cordero al romero o el roast beef y, como complemento imprescindible, un milhoja de queso con manzana a la vainilla o una estupenda tarta de zanahoria.

El interiorismo también está pensado a la medida del concepto de Tweed y de su carta. La arquitecta Pitu Iglesias y la decoradora María Basagoiti han unido fuerzas para idear un espacio a la altura de la elegancia del tejido que le da nombre y que viste los ventanales abiertos al Paseo de la Castellana. Vajilla de porcelana basada en las piezas del Buen Retiro, vanguardistas sillas y bancadas y toques de Scalpers y Ralph Lauren en uniformes y paredes nos recuerdan en todo momento que estamos en el restaurante de moda.

Moda, en este caso, no es sinónimo de efímero. La cocina es buena. El precio, también. El ambiente es perfecto y se reparte entre sala, reservados y zona de picoteo y copas en barra. Si unimos todo lo anterior, concluiremos que, igual que el tweed, este nuevo proyecto ha llegado para quedarse. Su permanencia la reafirman sus mesas repletas cada día de la semana. Si mademoiselle Chanel levantara la cabeza, lo haría para sentarse en una de ellas.

Localización



Saborear

Directos al paladar. Productos tan deliciosos como difíciles de encontrar “cocinados” o embotellados, en series limitadas, bajo la vigilancia de los expertos más selectos.

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