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cerrarSí, también hay un restaurante.
En la Alhóndiga, Bilbao, el restaurante Yandiola deleita al paladar y su terraza: al alma.
Se ha convertido en la pista ineludible. Cuando se disfruta de un fin de semana o de unos días en Bilbao, sí o sí, es preciso visitar la Alhóndiga. Se trata de un espacio singular re-diseñado por Philippe Starck que, posiblemente, a algunos maraville y a todos sorprenda. Sí, porque las columnas parecen firmadas por Gaudí, porque si se levanta la vista, se divisa a quien le da a los pedales de la bici estática y también a quienes, en las alturas, nadan. Además de esto, suma arte, exposiciones multidisciplinares, una biblioteca y varias propuestas culinarias, entre otras, el restaurante llamado Yandiola. Ah, y una terraza fantástica.
Situado en la segunda planta de este edificio, que antaño fue un almacén de vino, en él se degusta la cocina de Ricardo Pérez. Elige buen producto, siguiendo la filosofía Slow Food, por ejemplo, queso de oveja Carranzana de Cara Negra, sal de Añana, cebolla morada de Zalla y pimientos verdes de Barranca, entre otros.
Con dicha materia, se mete de lleno en el recetario tradicional y lo presenta, eso sí, con su particular revisión. Los platos mantienen puros los sabores pero en su elaboración se aprecia una mayor ligereza y equilibrio. Entre las entradas, por ejemplo, anchoas artesanas del Cantábrico en aceite de oliva con tosta de mantequilla, sardina ahumada con jugo emulsionado de manzana y oliva, láminas de bacalao con olivas negras y anchoas con un jugo de tomate, habitas estofadas con jugo de cebolla morada de Zalla o papada de Euskal Txerri, entre otros.
Hasta aquí solo sugerencias para abrir boca. Como principales: la degustación de dos bacalaos Pil-Pil y Club Ranero, rodaballo a la brasa con ondarresa de mini verduras, medallón de rape en caldo corto, con centollo e infusión de crustáceos y mantequilla, cochinillo crujiente y deshuesado asado a baja temperatura, crema de patata-limón y migas de txerri.
Para quienes llegan al postre o dejaron un huequecito, tarta crujiente de queso de Idiazábal con membrillo y helado de nueces, arenas de cacao, cuajado de chocolate y frío de praliné al aceite de oliva con cristales de Añana o las fantásticas tartas caseras del día. Quienes desean poner el broche final con queso, tampoco faltan de pequeños productores de la zona así como franceses.
Y dado que este lugar guardó tantos y tantos vinos, no podía faltar una excelente selección. La sumiller, Teresa Fernández, sumamente delicada en sus sugerencias, reúne más de 450 referencias.
Concluido el almuerzo o cena, resulta imprescindible una visita a la terraza. Para esa última copa relajada y para, por supuesto, seguir enamorándose de esta preciosa ciudad llamada Bilbao.
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