Hay un plaza (mayor).

Las Tapas de Gonzalo, en el epicentro de Salamanca. Todo un placer.

La mayoría de las ciudades presumen de una gran plaza. Salamanca lo hace de la suya. La Mayor, repletita de terrazas en las que los que allí viven toman el pulso a la ciudad y los que se dejan caer, por casualidad o por turismo, toman asiento y confirman aquello de: ¡Qué bien se vive en las ciudades pequeñas!

Una de ellas, posiblemente la más grande, es propiedad del empresario Gonzalo Sendín y se llama Las Tapas de Gonzalo. Pertenece a un establecimiento, arquitectónicamente hablando, impresionante ya que guarda vestigios de antiguas construcciones. Es un edificio que se ha recuperado y decorado con un gusto rococó sorprendente. El autor ha sido Rafael del Castillo. No es nuevo ni de reciente estreno, en los últimos tiempos fue conocido como Plaza 23, pero ahora inicia una nueva etapa e inaugura una propuesta diferente.

No, no es el típico bar de pinchos como hay tantos en la capital. Sin desdeñar aquellos, por supuesto. Lo bueno de una ciudad con extensa oferta es que cada uno elige la que se adapta a sus gustos y presupuestos.

En Las Tapas de Gonzalo, hay pinchos elaborados al momento por 4 euros. Son clásicos como el pepito de ternera, el pan de cristal con jamón ibérico o las patatas bravas, y otros como las brochetas de pollo marinado y fideos de arroz aliñao o las mini hamburguesas de rabo con cebolla roja. Están disponibles desde las 12 de la mañana y hasta el cierre del local.

En el comedor, entrantes como el jamón ibérico Carrasco-Guijuelo, el queso curado de Fuentesauco elaborado de forma artesanal o los calamares fritos al estilo tradicional. También ensaladas como la de langosta asada con vinagreta de chalotas y brotes tiernos o la de sardina ahumada al pesto y picadillo de tomate; sin olvidar, diferentes carpaccios y tartares, ahora, con el calor, más apetecibles si cabe.

A todo ello se suma, la oferta de coctelería. Y es que, sentaditos en esa Plaza Mayor o con vistas a ella, antes o después de haber tapeado, es cierto que resulta muy placentero la copa favorita de cada uno preparada con mimo. Porque, efectivamente, ¡qué bien se vive en las ciudades pequeñas!



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