Gallito, placer gastronómico y deleite visual.

Uno de los atractivos de Barcelona es sin duda su posición estratégica al lado del mar, además de su claro estilo vanguardista y cosmopolita que la convierten en una de las ciudades más visitadas al año de España y, por qué no, de Europa.

Por ello, muchos son los hosteleros que quieren situar sus negocios cerca de la costa para respirar esa brisa mediterránea y aprovechar las vistas que nos aporta para encuadrar en este lienzo natural sus terrazas. Es el caso de Gallito, el primer “hijo” barcelonés de En Compañía de Lobos, el otro brazo de Tomás Tarruella, cofundador del Grupo Tragaluz, del que no cabe duda ha heredado el savoir faire en este reciente proyecto.

Gallito, que descansa a los pies del Hotel W, es un restaurante fundamentalmente mediterráneo aunque su decoración juegue al despiste con la cultura azteca. Telas de colores diferentes y vivos, redes de pescadores colgando de sus paredes y estanterías con productos a la vista son los detalles que dotan a este local con un toque étnico y reminiscencias aztecas.

En cuanto a la cocina, se hace difícil la elección ya que todos los platos se adivinan sugerentes, suculentos y apetecibles en la carta. Entre los entrantes, no dejaría de probar  las cigalas plancha o las almejas a la marinera. De los segundos, sugiero la colita de rape entre los pescados o los tacos de solomillo de buey con pico de gallo y guacamole entre las carnes. Los arroces son una elección segura.

Como decía al principio, muchos de los que acuden a la Ciudad Condal lo hacen en busca del mar y una excelente experiencia culinaria. Y parte del encanto de este Gallito es precisamente que la playa actúa como cuarto tabique ya que está totalmente abierto al mar. Además, las (abundantes) hojas de parra que recubren todo el tendido bajo el cual yacen bancos corridos de madera con cómodos cojines hacen que las sobremesas se alarguen, mojito en mano, hasta el anochecer.