Bartreze, pura vida en Sarriá.

Sobresalir donde el nivel es elevado resulta complicado, y Mar y Oriol lo han conseguido con “bartreze”, en el 115 de Major de Sarriá.

Sarriá, en la parte alta de Barcelona, es un barrio con magia. Puedo acreditarlo. Es pura vida. Caminar por sus calles es respirar actividad cosmopolita y a la vez tradición en locales sobrantes de sabor y de estética cuidada con gusto sobresaliente. Sobresalir donde el nivel es elevado resulta complicado, y Mar y Oriol lo han conseguido con “bartreze”, en el 115 de Major de Sarriá.

Cuando Noelia me llevó no me advirtió que el local, de entrada, despierta todos los sentidos, como les gusta decir a sus propietarios. Entramos a cenar y nos atendió Esther, más que encantadora, profesional, entrañable. Esencial que desde el inicio te hagan sentir entre amigos de verdad. El local te atrapa desde que franqueas la puerta. Es estrecho, con una barra larga, se ensancha al fondo, tiene un reservado circular más que agradable, grandes ventanales con vista al patio con arena de playa que conforman un espacio mágico de verdad muy bien iluminado. Unos butacones de piel de vaca acompañan a unas mesas redondas pero amplias. Elegancia sin pretensiones.

Esther nos guió para cenar por una carta sencilla, solvente y original, pero sin estridencias. Ensalada de lentejas, ensaladilla rusa, el inevitable pan de coca con tomate, tartar de salmón y carpaccio de gambas. Todo espectacular. Raciones generosas pero sin exageración. Y después, tertulia hasta el cierre con unos gin tonic de lujo, asesorados por la campeona del concurso internacional y con ¡200! ginebras a escoger.

En la carta hay además un pulpo más que bueno, ostras de primera a buen precio, salmón, surtido amplio de ibéricos, quesos o ahumados carpier.

Salí feliz del local, por la compañía y por la mezcla de unas materias primas excelentes y un trato fuera de lo común. Tanto que repetí a la mañana siguiente para desayunar. Porque bartrece abre todos los días, de lunes a domingo, desde las 8 de la mañana hasta las 2 de la madrugada. Me atendió Mauri, simpático, despierto. Me preparó un zumo de naranja excelso, un café intenso, bollería y panes frescos acompañando a embutidos exquisitos.

Y ya nos hicimos amigos de todos. No solo nuestra Esther y Mauri, también Pol, Bern, Harold, Joan y Mery. Un equipazo de lujo que te atiende siempre con una sonrisa. Puedes tomar el vermut, con pinchos del Mercado de San Miguel, xips Bonilla, conservas la Brújula, o almorzar, merendar, tomar la copa previa a la cena, y siempre aplican la máxima de Mar y Oriol, como si me la hubieran copiado: “trata a los demás como te gusta que te traten a ti”.

Mar lleva 25 años aplicando la fórmula en las tiendas de ropa «Treze». Compra con el corazón lo que más le gusta y piensa en lugares a los que a cualquiera nos guste acudir, con ilusión. Oriol dejó la empresa familiar para dedicarse a cuidar un equipo de profesionales de lujo, y les apoya para que den lo mejor y el cliente lo perciba. Y así sucede, y doy fe de ello. Sentir que uno deja de ser cliente para ser amigo es un lujo al alcance de pocos. Mi segunda casa en Barcelona. Quizá el local que le faltaba a Sarriá, al que puedes acudir solo, acompañado de tus más íntimos o en grupo. Es igual. Disfrutarás del mismo modo. Por el local, por la calidad de los productos y por el cariño de quienes te atienden.



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