Champagne Gun: la alegría de la fiesta.
La metralleta que hubiera soñado Al Capone no dispara balas, sólo chorros de Champagne, de ahí su nombre: Champagne Gun, claro.
A quién lo he pasado que te pones a celebrar un gran momento de tu vida -no sé, tu 35 cumpleaños, tu primera separación, el gol de Danilo da Silva, que te han hecho socio del Bufete, cosas así- con todos tus amigos íntimos, que son muchos, y tus amigas íntimas, que no son tantas, y algunas amigas de amigas y de amigos y la casa llena de gente que se corea versos de Baudelaire “en fintas sutilísimas nuestra alma gastaremos / y más de un bastidor hemos de destruir / antes de contemplar la acabada criatura / cuyo infernal deseo nos colma de sollozos” y en el momento que suena de fondo el Carnaval Romano de Hector Berlioz por tu Bang & Olufsen Beolab 90 os venís arriba y empezáis a abrir botellas de Bollinger (“bulanyé”, vamos), de Vieilles Vignes Francaises Blanc de Noir, 2004, a 945€ unidad, y las agitáis sobre unos y otros y unas y otras… descontroladamente. Os ha pasado, ¿verdad?
Pues como sabrás lo de agitar la botella no deja de ser un engorro, agotador, y no tiene más glamour que el de un Fernando Alonso subido al podio; y no hay modo de ser selectivo, acabas empapando de Bollinger a quien no debías y sobre todo a quien no querías, o mejor dicho no a quien querías. Pues para eso nada mejor que una de estas Champagne Gun tan práctica y juguetona con la que hubiera disfrutado maravillas el mismísimo Alphonse Gabriel Capone, Al, Al Capone, tan acostumbrado al subsfusil Thomson, aquel tan típico de la Mafia de entreguerras. Aunque entre la Champagne Gun y la Thomson hay unas cuantas diferencias, como el tambor de munición que ha cedido su posición a la botella de champagne, en definitiva ambos sirven para disparar al otro con la cara y las poses del Capone de Edward G. Robinson en Little Caesar. Certeramente y con un estilo inconfundible. Incluso con chulería. De lo más fardón.
La más discreta de los tres modelos de Champagne Gun entre los que puedes elegir está simplemente cromada, pero si eres más de lucirte como el joven Turki Bin Abdullah que se ha paseado por Londres con sus Bentley o su Lamborghini de oro ambos, puedes tenerla en oro, o en oro rosa que es un pelín más discreto. El dinero no será problema entre otras cosas porque no cuesta nada más que 459 dólares, ya ves tú, unos 402 euros al cambio. Y te estarás preguntando con qué potencia lanza el champagne no sea que tú, agitándola, llegues más lejos. Pues nada más y nada menos que alcanza entre 5 y 7 metros con un prolongado chorro de 45 segundos, de sobra. El único problema es que sólo admite botellas de champagne de 1,5 litros, magnum. Una lástima ¿no es cierto?
* La muerte de los artistas, Charles Baudelaire.