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cerrarUna cerveza china con 110 años de historia.
Tsingtao Beer, mitad alemana, un poco inglesa y hecha en China.
Nos situamos a finales del s. XIX, en pleno proceso de colonización europea en China. Como otras potencias occidentales, Alemania quiere su parte del pastel, lo que consigue en el año 1897 en forma de la ciudad y el puerto de Qingdao, en la provincia de Shingdong, aunque por aquel entonces la hubiéramos llamado Tsingtao. Los alemanes la convierten en su puerto de referencia en el Pacífico y, como no podía ser de otra manera, se ponen a currar como alemanes, y transforman la ciudad como si estuviera en la misma Baviera (anda, rima). Construyen escuelas, una universidad, líneas de ferrocarril, mansiones, iglesias… y por supuesto, una fábrica de cerveza.
Como los ingleses también andaban por allí haciendo grande a la señora Victoria, la compañía se formó originariamente bajo el nombre de Anglo-Germany-Brewing Co. Y así nació, en 1904, una rubia llamada Tsingtao Beer, mitad alemana (y un poco inglesa), y mitad china por parte de madre. El padre puso la fórmula y la experiencia, y la madre, el agua de la montaña Laoshan, los currantes y toda una población que la acogió con los brazos, o más bien con los labios abiertos, porque pronto se popularizó, convirtiéndose en la rubia más famosa del gigante asiático, lo cual es mucha rubia.
Pero en esta historia no iban a faltar las vicisitudes y los giros de guión. Y como en las mejores novelas de las Bronte o Jane Austen, nuestra rubia se preparó para lo que la venía encima con el siglo XX. Primero, uno de los padres, el inglés, dijo “esta rubia es mía”, y se la pasó a los japoneses, que, por aquella época, 1914, andaban liados a cañonazos con los alemanes. Y durante una treintena de años, e invasiones por allá, revoluciones por acá, nuestra amiga Tsingtao terminó, como suele pasar, con la madre, o sea, nacionalizada por la China comunista de Mao, que mucho decir que la cerveza era una bebida capitalista, y tal, y eso, pero que bien que se la quedo para que sus paisanos (y a lo mejor hasta él) siguieran disfrutando. Es lo que tienen las rubias.
Y así transcurrió lo que quedaba de siglo, más o menos tranquilamente, hasta que en los inicios de este siglo, las cosas volvieron a cambiar, en forma de venta del 49% de la compañía al grupo Anheuser-Busch, uno de los más importantes del mundo, lo que hizo que la fama de la rubia se disparase, y saliese de China hacia más de 60 países (aunque ya era muy conocida en el Sureste Asiático) y llegar a ser la octava cerveza en importancia del planeta. Mucho camino desde los tiempos de aquellos emprendedores alemanes.
A pesar de todo ese camino, la cerveza Tsingtao se sigue fabrican respetando el proceso que aquellos pioneros impusieron, de acuerdo a la Ley de la Pureza de la Cerveza de 1516, y sigue manteniendo su sabor delicadamente amargo, su color claro y sus aromas asiáticos, que la hacen ideal para acompañar las comidas, por ejemplo, chinas. Una delicia que se puede encontrar en nuestro país en algunos comercios asiáticos y restaurantes chinos, pero que no se comercializa en grandes superficies. Habrá que esperar a la rubia.
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