Alhambra Reserva 1925, una cerveza misteriosa y cautivadora.

El verano llama a la cerveza y ella responde fresca y elgante... si pides una Alhambra Reserva 1925.

La elegancia en una cerveza la luce su botella en primera instancia y, en segunda y no menos importante, la copa en la que se sirve, y por eso Alhambra Reserva 1925 es pura seducción antes incluso de que acerques la copa a tus labios y percibas su aroma tostado, mucho antes de que sientas la textura esponjosa de su espuma en tu boca y antes incluso de que descubras sus notas de naranja amarga y te quedes con su final ligeramente caramelizado como sabor de boca definitivo, refrescante y delicioso.

Alhambra nos propone este verano toda una ceremonia alrededor de esta cerveza y lo hace al hilo de un proyecto que han ido haciendo crecer al calor de la frecura de su cerveza, una bebida que lleva el arte hasta en su nombre al evocar la magia del incomparable monumento granadino, de reserva y de su año de nacimiento como firma, Alhambra Reserva 1925. Se trata de Arte por Descubrir.

Arte como el de Diego Rodríguez, Maestro Soplador en un lugar histórico que te arranca cierta reverencia con tan solo nombrarlo, la Real Fábrica de Cristales de La Granja. Allí y de su mano nace una copa que es lo único que le faltaba a tu Alhambra Reserva 1925 para ser perfecta y para hacer perfecto el momento de su ceremonia.

No lo pienses ni lo dudes, esta cerveza ha nacido para ser disfrutada desde el mismo momento en que acaricias su botella muy fría al abrazarla con tu mano, para despertar todos tus sentidos mientras te sirves una copa que ha sido antes puesta a enfriar después de no haber sido más que una bola de fuego soplada artesanalmente en la Real Fábrica de Cristales de La Granja; y así, copa en mano, te acomodas y sonríes, haces un brindis al sol y a la vida con quien te acompaña en esta ceremonia única tan de aperitivo, de media tarde y también de noche, y te deleitas en el cuerpo y el sabor de una de las mejores cervezas que en el mundo han sido, Alhambra Reserva 1925.



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Directos al paladar. Productos tan deliciosos como difíciles de encontrar “cocinados” o embotellados, en series limitadas, bajo la vigilancia de los expertos más selectos.

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