Los nuevos SUV Vignale de Ford. Cuando el apellido importa.
Los nombres son importantes, pero el apellido Vignale es lo que los hace imborrables.
Viena. Ford. Kempinski. Nombres míticos que por sí solos ya evocan otros nombres, otras palabras casi igual de legendarias. Viena como ciudad, Ford como marca de automóviles, Kempinksi como hoteles. Mitos y leyendas, historias, cuentos, sueños. Y es entonces cuando jugamos a ponerles apellido, Vignale. Se nos deshace en la boca después de aparecer en toda su fuerza en la boca. Hay palabras así, que se deben repetir varias veces… Vignale. El apellido perfecto, el apellido de Viena, de Kempinski, el apellido de Ford. El apellido de un carrocero italiano que soñaba formas a comienzos del siglo pasado, Alfredo, Alfredo Vignale. El apellido elegido por Ford para su línea de lujo, de sueños, de estar a gusto, de rodar de otra manera, que echó a rodar con el Ford Mondeo Vignale y a la que ahora se incorporan los dos modelos del segmento SUV de la marca norteamericana, el Kuga y el Edge.
Así que pones el apellido Vignale a conducir por Viena y sus alrededores a finales del mes de Octubre, con los colores del otoño como tomando un café contigo, con el frío suficiente para querer parar un momento a tomar un café vienés para seguir paseando con el Ford Edge Vignale. Pensándolo bien, esa es una buena manera de definir el estilo Vignale. No se conducen, se pasean, se saborean. Espaciosos, con sabor, estilo, penetrantes, duraderos. Con materiales que te hacen dejar la mirada descansar si vas en el asiento del copiloto, y que te hacen sentirte relajado si vas conduciendo, o sea, si vas paseando. Las carreteras de Viena te acunan, la conversación y el compañero se te enredan, y una sonrisa se esboza en el rostro. ¿Motor? Sí, uno que te permite pasear, charlar, disfrutar de los bosques de colores austriacos, uno que pone el apellido Vignale a Viena.
Del Aeropuerto de Viena al Palacio Kempinski, del Palacio Kempinski al Aeropuerto de Viena, en una ruta (volvemos a decirlo, un paseo), de unos 140 km. Las opciones de navegación y ayuda a la conducción de ambos modelos son de mayordomo inglés de pura cepa: están siempre que las necesitas, no molestan y al rato no puedes pasear sin ellas. Llegar al Kempinski vienés y salir de él conduciendo cualquiera de los dos SUV Vignale de Ford es no cambiar de ambiente. Es la vieja Europa, el saber vivir, el ir tranquilo (que no necesariamente despacio), confiado, el sabor de lo que importa. El sabor con el que Ford ha puesto el apellido a sus SUV, Vignale.
Con cada Vignale, Ford no sólo vende un vehículo, vende una manera de entender los automóviles. Una manera que pasa por el diálogo, tan constante como desees, con un asesor personal expresamente preparado para atenderte, desde responder a preguntas sobre el funcionamiento, a recoger el coche para tareas de mantenimiento y luego devolvértelo, pasando por conocer tus gustos y preferencias. Por eso no has encontrado en estas letras descripciones de motores, sistemas, prestaciones y características, de las que te puedes informar fácilmente en este mundo de interneses, smartphones y demás maravillas tecnológicas, porque el apellido importa, y el apellido es Vignale, o sea, otra cosa.
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