Taquitos de jamón.
Y una tortilita francesa como resultado de una tarde en el super.
Con Teresa cada vez es más fácil hacer cosas. Ya mucho antes de nacer, su padre y yo teníamos presente la importancia de implicarla en las pequeñas cosas de la casa. Desde aprender a hacer su cama, recoger su plato y su vaso cuando termina de comer, sus juguetes después de jugar… y así todo aquello que considerásemos que le ayudaría a comprender las responsabilidades del convivir.
Y en esas estamos desde que comenzó a disfrutar por sus medios, de su habitación y de su baño, de su lugar en la mesa, y de todo aquello que le rodea.
Aunque si tuviera que decir una sola cosa, con la que disfrutamos juntas, esa sería el momento de ir a hacer la compra. Podría decir que incluso es algo en lo que ella ha comenzado tener una independencia casi total, porque desde hace un par de meses, su entrada en un supermercado va seguida de un dedito acusador directo a las cestas de la compra. El mismo que luego junto con los otros nueve agarran con fuerza las barras laterales y marcan la dirección con mucho acierto, pasillo a pasillo.
A Teresa le divierte mucho, su ritmo y sus exclamaciones lo dicen todo. En su cesta siempre hay artículos de los más variopinto, que casi siempre tienen en común algún «nene» o algún animalito. Mítica es su entrada en el lineal de los rollos de papel, arrastrando un paquete de 72 rollos con un gran elefante impreso en su frontal.
Lo suyo siempre ha sido cosa de impulsos, de impactos visuales, hasta que llegaron los taquitos de jamón. Fue a principios de esta semana, Teresa cogía bolsas de pan, de chuches, cajas de galletas, que yo discretamente devolvía a su lugar sin que ella lo advirtiese. Pero al llegar a casa, mientras colocaba la compra aparecieron allí los taquitos de jamón serrano. Y con ellos el desconcierto, el darle vueltas a «¿para qué he comprado yo esto?», hasta que recordé que estando en la nevera de los fiambres y los quesos, ella había estado enfrascada con los quesitos de la vaca y algún envase de pavo, y allí debió caer.
La consecuencia esa noche fue cenar una tortillita francesa con taquitos de jamón, además de hacer un guiño inevitable a la fantástica Martirio y a sus sevillanas «con los niños por delante nos vamos al hiper».