¿Super qué?

Súper López, Superman, Súper tú, que eres muy súper.

Esta semana ha sido semana de viaje. 480 kilómetros algo accidentados que finalizaron con un «resultó ser más el ruido que las nueces», y damos gracias. Para Teresa muchos cambios, reencuentros y una vuelta a la ciudad en donde experimentó su primer año y medio de vida. Para mí el placer de disfrutar de los amigos, sorpresas y una distancia llena de mensajes y llamadas.

Y aprovechando esta vuelta, fuimos a ver a Lucía, que en estos dos últimos años nos ha sabido guiar y cuidar tan bien. Ella ha sido la pediatra de Teresa, pero además, uno de esos soportes sobre los que sabes que siempre puedes apoyarte y encontrar todas las respuestas.

Sabéis, porque os lo he contado en nuestros dos últimos encuentros, que ahora nuestra principal preocupación pasa por saber encauzar las rabietas y ese repertorio de «noes», que nuestra pequeña reparte con tanta ligereza. Así que después de pasar por el fonendo, la pesa, y esa barrita de medir metálica, donde Teresa ya casi toca los extremos, fuimos al quid de la cuestión.

Le expusimos casos concretos, los desafíos, nuestras reacciones, las suyas, los temores y esa sensación de culpabilidad a la que siempre acompaña un buen puñado de lágrimas. Ella nos miraba atenta, escuchando cada detalle, con tanta serenidad que aún sin habernos dicho nada, nuestra inquietud casi había desaparecido. Pero dijo, claro, y todo tan práctico y tan claro, que no cupo lugar a dudas.

«Lo primero que debéis hacer -nos dijo- es reconocer esta edad que recorre de los dos a los tres años, como la etapa del superyo». Que yo casi lo escribiría con mayúsculas, porque de súper lo tiene todo.

«Lo segundo es tratar de negociar lo negociable. Que se quiere poner el calcetín por la mañana y vosotros sabéis que va a tardar 20 minutos… pues si los tenéis, dádselos. Que se quiere subir a la pica del armario, pues eso es innegociable. No rotundo, y ante el llanto dejad que se calme, y una vez tranquila explicadle el peligro. Y no os sintáis mal cuando le tengáis que reñir, eso es parte de lo que debéis hacer como padres para educarla.»

Ejemplos claros y tan reales que para qué preguntar más. Aunque aún quedaba una recomendación, el libro de Daniel J. Siegel y Tina Payne Bryson, para «Ser padres con el cerebro en mente», como titulan al primero de sus capítulos. Una joya para tener en la mesa de noche y al que recurrir cuando sintamos que lo súper nos sobrepasa.



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