Por tu forma de hablar.

Y por ser como eres, así de especial, así de singular.

La Real Academia de la Lengua, define el habla en sus acepciones 5 y 6, como sigue:

5. f. Ling. Acto individual del ejercicio del lenguaje, producido al elegir determinados signos, entre los que ofrece la lengua, mediante su realización oral o escrita.

6. f. Ling. Sistema lingüístico de una comarca, localidad o colectividad, con rasgos propios dentro de otro sistema más extenso.

Y pongo las dos con toda la vista. Porque en su primera definición los términos encierran conceptos que entederíamos como los habituales, y en la segunda la singularidad de cada lugar, y por aquí últimamente estamos muy singulares.

A mí me ha pasado alguna vez, digo eso de que la gente te mire como diciendo «qué graciosa» por decir palabras, que no son las de uso habitual por estos lares peninsulares. Guagua, papa, sancochar o millo, que están en el diccionario, ojo, pero que resultan más regionales, suelen venir seguidas de la sonrisa del interlocutor. Y si cuento esto es porque de alguna manera, eso es lo que me pasa con Teresa.

Porque aunque su forma de hablar cada vez es más certera, escucharla siempre me saca una sonrisa. Es pura ternura, pese a que empiezo a experimentar esa tristeza que sigue al cambio, y que en su caso es por esa búsqueda hacia un hablar como nosotros.

Porque entonces dónde quedarán su «atún» que era azul, sus «pelos lotos» que tras la locura conceden a su cabeza la belleza de la flor, o la «lechuchuba» que en su sonoridad daba ritmo a la ensalada.

Parafraseando a Humphrey, siempre nos quedará TheMamas&ThePapas y nuestra memoria, que convertirán en bonitas historias todas estas curiosidades de su habla, y que como recoge la acepción 6 son sus «rasgos propios dentro de otro sistema más extenso», el de sus dos años.



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