Lo que las separaciones unen.
Desde que nació Teresa sólo me he separado de ella en tres ocasiones.
Desde que nació Teresa sólo me he separado de ella en tres ocasiones. Y cada vez que lo hago la echo muchísimo de menos. Quién me lo iba a decir. Con lo que yo he sido.
Pues esta semana volvió a ocurrir. Y como en las otras dos ocasiones, Jorge asumió toda la responsabilidad.
Al principio me parecía misión imposible. No sabía cómo de paciente podía llegar a ser Jorge con ella. Ya que al principio ante su incesante llanto, siempre aparecía junto con la famosa pregunta de padre en apuros: ¿le toca comer ya?
Así que la primera vez que se quedó con ella, me agradó llegar a casa y que me recibiera con un “ahora lo entiendo todo”. Porque queridos, pretender que coma y duerma, y que en esas aproveches para trabajar algo, pues que no es tan fácil, porque cada día es diferente. No hay un solo día igual a otro. Y nuestra Teresa es muuuuuy de querer jugar, de mirarte a los ojos buscando una mueca a la que responder con cara de asombro, o con uno de esos soniditos que ya está empezando a hacer. Así que dejarla en la cuna, nunca ha sido una opción.
Y lo mejor de pasar por estas primeras experiencias de autonomía, no es comprobar que puedo. Que si me separo de ella no nos va a pasar nada. Ni a ella, ni a mí. Es sentir que él también puede. Que ante un “ha rechazado el biberón”, “lleva 6 horas sin comer después del último berrinche”, o “no ha dormido nada tras las tomas”, hay una buena gestión de recursos. Él que es hombre de ciencias, siempre encuentra la forma.
Así que yo me voy tranquila. Paseo, hago y deshago. Conduzco y voy a visitar a mis amigos. Y ya de vuelta en casa, toca trasmitir toda esa buena energía a Teresa, a nuestra pequeña familia, que gracias al trabajo en equipo que estamos haciendo Jorge y yo, va comenzando a tomar forma.
Y ahora que estoy sentada frente al ordenador, preparando este Oops antes de nuestro próximo viaje, ahí están ellos, en el sofá, mirándose. Ella llevándose su dedo pulgar hacia la boca y él intentando sutilmente que no lo haga, palmitas mediante. Sus ojos azules no pierden detalle. Les observo y encuentro descanso. Sé que podemos.