Hoy es un gran día.

Si la autoestima se forma desde niño, tiene que ser una inyección importante que cada día te digan, con una sonrisa, lo linda que eres.

En cuanto ha llegado el buen tiempo, Teresa y yo hemos establecido nuevas rutinas. Aunque lo cierto es que no ha sido sólo por el buen tiempo, porque sus cambios en la comida también han influido en nuestros nuevos quehaceres.

Así que para nosotras un día cualquiera generalmente empieza poniendo a punto cosas de la casa: hacer las camas, ventilar las habitaciones, un buen desayuno, nos vestimos y damos un paseo hasta los columpios. Le encantan los columpios. Imagino que debe sentirse como en una nube, viendo como su mundo se mece adelante y atrás, mientras ella se sostiene relajada en los eslabones de hierro.

Después solemos ir al mercado. Siempre hay algo que comprar: verdura, fruta, carne… y como ya la conocen, pues tiene un montón de piropos hechos a su medida. Y esto siempre me hace pensar, porque si la autoestima se forma desde niño, tiene que ser una inyección importante que cada día te digan, con una sonrisa, lo linda que eres.

Pero siguiendo con nuestra ruta de actividades, tras el mercado toca hacer la comida. Selecciono las verduras y la carne, lo corto todo en daditos y en quince minutos, listo. Un tiempo que  solemos pasar jugando en la alfombra de su habitación, entre plumas de indio de peluche, un espejo que todo lo deforma y esos juguetes rellenos de celofán tan ruidosos y que tanto la estimulan.

Después coloco su mantel individual sobre la mesa del comedor, con su cubierto y su babero. Y las servilletas, que nunca falten, porque las pedorretas están ahí, y hay que estar preparados.

Con todo, nos ponemos en las dos de la tarde. La hora perfecta para que duerma una pequeña siesta que generalmente siempre llega tras alguna canción. Los grandes hits son los de la de la tetera, el viejo McDonald, la de Marco o si no la última, la más desconcertante: Silent Night. Sí, sí, Noche de Paz en pleno mes de julio. Una aportación de Jorge que ha resultado ser mano de santo. De verdad de la buena. Es cantársela y a la tercera repetición ya está saltando con las ovejitas.

En fin, que no nos aburrimos. No paramos. Y lo mejor es que aunque yo ya he empezado a trabajar por las tardes, compartimos mucho tiempo juntas, pero como dice una buena amiga, tiempo de calidad, que es el que cuenta.

*Para saber más sobre la imagen, visitar ladydesidia, pero ¡ojo! que sus diseños enganchan.



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