Fotos que cuentan.
¿Sabéis aquello del amor y la distancia? pues Teresa y yo no hacemos más que acumular experiencias.
Sé que esto que os voy a describir ya lo he contado antes. Ya os he dicho que mis estancias madrileñas me alejan de Teresa y de su entorno, durante una semana todos los meses, como ahora. El trabajo y el placer de los amigos, me sitúan en Madrid durante una semana. Es algo que sobrellevo con llamadas, y sobre todo con fotos.
Dicho de otro modo, mis idas y venidas a Madrid, y en lo que tiene que ver con la relación que Teresa y yo estamos creando, tienen al margen de la distancia, una cosa buena, y es el archivo fotográfico que cada mes hago durante el tiempo que estoy fuera.
Casi siempre son de las primeras horas del día. En la cocina, en su trona galleta en mano. Algo despeinada y con el uniforme de la guardería de color verde y amarillo. Sonriente. Algo picarona. O haciendo alguna payasada. Porque ella esa así, algo payasa. Muy divertida.
La siguiente suele ser en el coche. Ya con su gabardina, y con su bufanda y su gorrito de lana. Sentada en su sillita. Mirando al frente. O algo más bucólica, con la mirada perdida en los paisajes que ve a través de la ventana.
Y aquí entramos en los detalles y en aquello de interpretar lo que las fotos te pueden contar. Son capturas de momentos, de instantes de una vida que pasa por lo digital. De conectar realidades, lugares e incluso sensaciones a través de una imagen.
De ver cómo de un día para otro su forma de mirar ha cambiado. De descubrir en el siguiente mensaje, en la siguiente foto, que ha crecido, que gesticula de forma diferente, y que mis ganas de tenerla cerca y abrazarla, lejos de atenuarse, son si cabe más intensas que hace unos meses. Porque esto es lo que tiene el querer y la distancia, que en su conjunción se muestran los verdaderos afectos.