De destrezas cuarto y mitad.

Que por algo hay que empezar, y por pedir no será.

Ser bebé es sinónimo de progreso, en general es así, de ahí a más. Y en ese avanzar, los padres tendemos a observar, a descubrir en nuestros pequeños aquellas cosas en las que de forma innata comienzan a destacar. Cualidades individuales, exclusivas, que sólo ellos poseen.

Hay niños que son más dependientes, menos sociables, los hay que empiezan a andar antes, y otros que hablan de forma precoz. También están aquellos que son más pasivos y de los que solemos decir que tienen el “culillo inquieto”. Y entre tanto ahí empiezan a acentuarse sus destrezas.

Las de Teresa son ahora una atención detallada y una agilidad muy desarrollada para su edad. Corre y salta con sus dos pies en alto, demostrando una gran estabilidad. Sube las escaleras del “tatán”  más conocido como tobogán, de esas que son cilíndricas ella solita, y también escala cualquier cosa escalable esté a su altura o no, que a ella lo de los límites todavía no se le suponen barreras.

Baila como si no hubiera mañana, canturrea constantemente y juega a darle a la pelota con los pies con bastante acierto. Y eso sin contar su fuerza, la que le permite arrastrar un paquete de 72 rollos de papel higiénico, levantar por milésimas de segundos un pack de seis botellas de 1,5 litros de agua, o soportar el peso de su cuerpo sobre sus dos brazos cuando le ayudo a hacer el pino.

Así que aunque quizás aún sea pronto para aventurarnos en esto o aquello, la verdad es que Teresa apunta maneras. Y a mí se me ponen los dientes muy largos, porque si se pudieran pedir estas cosas como se piden el jamón o el pavo, yo para mí pediría cuarto y mitad, que para empezar no estaría nada mal. Que hacer ejercicio es asignatura pendiente, aunque la verdad que sólo seguir sus pasos, podría suponer la práctica de un deporte.



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