Charcos de barro.

La historia de unas botas. De agua, de barro, de saltos, de diversión.

Todas las mañanas desde hace dos semanas, nuestra rutina comienza con un «Mamá men», al que le siguen un voy mental, y la suma de pasos que con cierta torpeza, me llevan hasta su habitación.

La escena continúa con un abrazo y un beso, que casi se convierten en una invitación a volver bajo el calor del edredón. Le cambio el pañal, porque el que la ha acompañado toda la noche está «gaaande». Le abrocho su rebequita, mientras ella se pone sus nuevas zapatillas de borreguitos con orejas, y seguimos nuestro camino hacia la cocina. Ella a por su bibi, y yo a por un tazón de café con leche.

Desayunamos, y mientras ella acaba con sus 300 ml de leche, yo repaso con plancha, babi, polo, y pantalón de la guarde. Recojo y comienzo a arreglarme, no sin antes escuchar: «¡Mamá, papapa pig!», seguido de una imagen suya con los ojos muy vivos y el CD, que ya ha pasado por todos los estados imaginables, listo para su cometido: hipnotizarla hasta que llega su turno.

La melodía de Peppa invade el salón y ella se paraliza. Unas veces apoyada en el sillón, otras a pie firme sin quitar la vista del televisor. Y así comienza Muddy Puddles, el primer capítulo de 13. Muchos charcos, indumentaria, y la moraleja de que si te manchas con barro, pues eso, que sólo es barro.

Y no sé si habrá sido por este repetir cotidiano, o porque llevaba días pensando en que Teresa aún no tenía un calzado todoterreno, las botas llegaron como por arte de magia. O quizás debería decir,  como por arte del mensajero, que el miércoles tocaba a la puerta de casa, después de que el día anterior la oferta online me las hubiera puesto en bandeja. Porque aunque el 22 es un número, para las botas de agua es más bien una aguja en un pajar, que la oferta web convirtió en un abracadabra.

Las suyas son azul marino, aunque no sé cuánto durarán de ese color, porque su vida promete ser movida, y a fin de cuentas si se fundieran con marrón, siempre tendríamos a Peppa y a su sólo es barro, para recordárnoslo todos las mañanas.

Más información Simone Downey



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