No puedes enseñar lo que no llevas dentro.
Tus acciones enseñan más a los demás que tus palabras, por lo que puedes prestar menos a atención a lo que dices, y poner doble cuidado en qué y como lo haces.
El otro día una amiga me comentó lo que le sucedió con su hija, y quiero mostrártelo porque creo que nos sucede a todos con mucha frecuencia, de un modo u otro. Su hija estaba haciendo un trabajo manual, y el resultado estaba lejos de lo que ella esperaba y entendía que debía ser, por lo que cogió un berrinche importante, poniendo así cada vez más nerviosa a mi amiga, hasta que ésta perdió los nervios y le dio un azote, tras el cual su hija se calmó. Y aquí, tras la calma vino la tormenta.
Mi amiga comenzó a dar vueltas en su cabeza, a la reacción que había tenido con su hija, y se sentía completamente molesta consigo misma, por haber reaccionado de ese modo. Porque según ella me indicaba, esa no era la forma de educar adecuada, ella había fallado, y no quería que su hija viera, que esa era una forma de educación correcta. Como puedes imaginar, este “rum rum” en su cabeza no tenía fin, ya que como no podía deshacerse el pasado, ya solo quedaba fustigarse por sus actos.
Y es curioso, porque en verdad llevaba razón, pero no se daba cuenta que llevaba razón más allá de su percepción. Es decir, efectivamente, su hija podía ver este acto, como la forma de proceder ante un niño en esas circunstancias, y efectivamente es importante que este modelo de comportamiento, no se forme en su hija a través del ejemplo. Ahora bien, lo que le sucedió a su hija con el trabajo manual, es justo muy parecido a lo que le sucedió a la madre con su reacción. Como no obtuvieron el resultado esperado en sus actos, se enfadaron y cogieron un buen berrinche, la niña como tal, hacia fuera, la adulta como tal, hacia dentro, con ella misma.
Esto es algo que sucede en cualquier ser humano, pero muy especialmente en los niños: aprendemos más de lo que vemos que de lo que nos cuentan. Por lo que si quieres enseñar a un niño, a tu hijo o hija, a ser de un modo concreto, observa cuál es tu comportamiento, ya que lo más probable es que por imitación lo aprendan antes, que porque tú les des otras indicaciones. Cambia tu comportamiento y ellos aprenderán que existe esa forma de hacer las cosas, de comportarse.
También es cierto, que solemos comportarnos empatizando con la persona de quien aprendemos (copiando comportamientos), o bien en rebeldía con ella (haciendo justo lo contrario), y que esto a tempranas edades especialmente, es algo que hacemos de forma inconsciente. De hecho, te invito a que observes como te comportas ante determinadas situaciones, y verifiques si es así también como se comportaban tus padres o hermanos mayores, o si por contra, es justo al revés de como ellos hubieran actuado.
Ahora eres consciente de que parte de tus comportamientos, en verdad, pueden ser heredados inconscientemente, tanto los de empatía como los de rebeldía, por lo que puedes elegir si mantenerlos o cambiarlos por otros, que en verdad sean comportamientos que sientes dentro de ti, que deseas tener frente a las cosas que te suceden en tu vida. Tienes la capacidad y la libertad de elegir como te comportas y reaccionas ante los acontecimientos, y de estas respuestas, se derivarán tus resultados futuros.