Librerías, donde nace la magia.

Un mundo fascinante, pero también crepuscular, cuya topografía compartimos todos los amantes de los libros.

Gracias a la globalización, las prisas, la falta de tiempo, los grandes centros de consumo descontrolado que algunos tienen la desfachatez de calificar como “de ocio”, las nuevas tecnologías y todos esos otros demonios que los zarandeados urbanitas del siglo XXI hemos incorporado a nuestra vida de manera natural —a la fuerza ahorcan, dicen—, el acto de comprar se ha convertido en una pura rutina despojada de toda ceremonia.

Y no reniego de ello, ¡ni mucho menos! Pero cuando se trata de traficar con el placer, la cosa cambia. Porque todo acto placentero ha de ir revestido de ciertas dosis morbo, un tanto de parafernalia, unas gotas de zozobra e infinita sensualidad. Y aunque tampoco voy a negar que —para salir del paso y pese a toda su inerte exhibición de lomos, portadas y títulos de lo más variopinto— soy adicta a cualquier “amazon” virtual o centro material-comercial que se me ponga a tiro por asépticos e impersonales que se presenten, cuando se trata de adquirir un libro a mí lo que de verdad me pone son las librerías. Con librero.

Sí. Ese tipo (o tipa) con pinta de soñador y cara como de vivir en otro planeta que te sonríe nada más cruzar la puerta de su particular templo del deseo porque te estaba esperando. Ese tipo (o tipa) que conoce todos tus vicios por sucios e inconfesables que sean; que sabe lo que te eriza la piel sin necesidad de explicárselo; que toca el punto justo en el momento preciso… Ese tipo (o tipa) que además de los placeres mundanos al alcance de cualquiera siempre guarda un as en su manga (un pequeño diamante, una primera edición legendaria, una joya escondida en la inmensidad de su desorden…) para arrancarte la mejor de tus sonrisas en el peor de tus días.

Y de esos espacios encantadores con solera y aroma a tinta y papel, repletos de libros nuevos o ejemplares usados, de ediciones raras o vulgares best-sellers, de joyas firmadas por sus autores allá por el cretáceo o recién salidas de la imprenta…, de esos contenedores literarios donde nace la magia trata Librerías, el ensayo de Jorge Carrión que es casi una novela de viajes alrededor del universo fascinante de los libros.

Supervivientes a la vorágine contemporánea como la célebre Strand de Nueva York, las parisinas Shakespeare and Company o La Hune, la Librairie des Colonnes de Tánger, Ler Devagar en Lisboa, Stanfords en Londres, El Virrey de Lima, La Central de Barcelona, la Eterna Cadencia de Buenos Aires o la deliciosa Antonio Machado de Madrid desfilan en estas páginas junto con otras que fueron emblemáticas y luego desaparecieron. Una auténtica bacanal literaria que cualquier amante de los libros (y los libreros) que se precie no debe dejar pasar.