Una suite para Karl Lagerfeld.
El caso de un hombre al que Chanel le debe su continuidad.
Creo en las personas que dan forman al destino. Aquellas que, independientemente del camino elegido, están predestinados a crear algo único que les otorgará nombre para el resto de los días. Algo especial, grande, capaz de erizar la piel tanto por los resultados como por el origen. Es el caso de un hombre al que Chanel le debe su continuidad.
Karl Lagerfeld llegó a la casa francesa arrastrando sus excentricidades y sus gustos por la soberbia y la vanalidad, algo que no le impidió tomar el legado de Gabrielle respestando la simbiosis equilibrada entre la elegancia clasicista y la desfachatez de la innovación, dos conceptos que Coco Chanel utilizó para concebir una firma que revolucionaría el mundo, primero a través del escándalo y después a través de los ‘por qué no’.
Un hombre capaz de mantener algo tan legendario y delicado como es el LBD de los años 20 o la chaqueta tweed, dos proyectos llevados a cabo por una persona destinada a dar forma al destino, valga la redundancia. Un káiser que allá donde va no puede desprenderse la fragancia y el alma de Coco, porque nació para sostenerla y darle vida; para hacerlo a través de un homenaje de los grandes artesanos del sector que le ha ‘obligado’ a transportar a Chanel a la India, a Escocia, a crear un planeta futurista e incluso un supermercado en el que el consumismo se defiende como negocio y como única vía para avanzar y evolucionar en la vida.
Porque es su destino. El mismo que ahora le lleva a un nuevo proyecto en el que 20 plantas pertenecerán a un hotel exclusivo en Macau, al sur de China, con un estilo actual que añora los retazos del siglo XIX. Un proyecto en el que el espíritu de Chanel vuelve a estar presente a través de una filosofía que el káiser piensa seguir “Gabrielle Chanel siempre decía: ‘Yo sólo hago vestidos que usaría.’ Yo hago habitaciones únicas donde me gustaría dormir. Es tan simple como eso”.
Tan simple como tener un destino escrito al que darle trayectoria a través de un espíritu libre y cargado de sentimientos. Un camino único que hacer, como aclara Karl Lagerfeld, al puro estilo Sinatra… a mi manera.