Madrid, ese punto perdido entre las pasarelas internacionales.
MBFWM. Madrid se convierte en un pequeño reino donde la creatividad, el ingenio y, sobre todo, la esperanza, tienen cabida.
Señores, algo está pasando. Entre la marea de celebrities, críticas de moda con flequillo enrulado, editoras con flequillos de poder, it girls de piernas quilométricas y estómago estrecho, creaciones, verano, botas y demás hechos que parecen asolar en estos instantes el sector gracias a las pasarelas internacionales, parece que algo está cambiando. El hecho en cuestión se sitúa en pleno centro de España, donde entre los más de tres millones de habitantes que se ubican en la zona parece que existe algo, o ‘lo que sea’, que da, durante algo más de dos semanas, trabajo a más de una, de dos e incluso, ojo, más de tres personas que se concentran para hacer de unos pabellones magia. Entendamos este hecho sobrenatural como el movimiento necesario para convertir una explanada en una concentración absoluta de personas que comparten un mismo hobby-profesión: la moda.
Es lo que parece conocerse como Mercedes Benz Fashion Week Madrid (este año ya no hay más bromas sobre el nombre), algo que, inesperadamente, parece ser como Teruel: es decir, que no existe. O al menos eso es lo que deben pensar los medios internacionales, que pasan directamente de Nueva York a Londres y, si acaso, de puntillas para resaltar que la mismísima Ambrossio ha ‘ayudado’ a la apertura, inaugurando la semana de manos de Desigual. Y con esto se acabó.
Pero claro, lo que no saben, y peor para ellos porque son los que se lo pierden, es que, en mitad de este estado desorbitado de discreción, en Madrid, con nuestro Ifema y nuestra MBFW Madrid, además de tener a más de una, dos o tres personas trabajando, hacemos cosas bonitas, como, por ejemplo, apoyar a otro sector del que, sin duda alguna, sentirnos orgullosos. Y así es como el gran Duyos une arte a través de la danza y la moda, con vestidos que parecían bailar solos , haciendo de cada movimiento una oportunidad única para aumentar el ego de todas las piezas, al que los materiales vaporosos y livianos han rendido homenaje en el 15º aniversario del diseñador. Amaya Arzuaga ha vuelto a conseguir que la mujer se convierte en ‘bonita’ no solo gracias a sus formas, sino a su carácter, a superposiciones, juegos de simetría y un trabajo especial, que solo ella es capaz de hacer, a través de binomios cromáticos. Un hecho en el que también hay cabida para mi querido Juan Vidal, que, en esta ocasión, nos cede el placer de conocer a una de sus últimas mujeres, como es Alex. La misma que impide hablar de personalidad sin que duela, ya que nos encontramos bastante alejados de un término que, por descontado, no seremos capaces de definir hasta que seamos capaces de entender el punto exacto en el que arte y desgarro se combinan en la mente de este genio.
Y es así como, en mitad de la nada, Madrid se convierte en un pequeño reino donde la creatividad, el ingenio y, sobre todo, la esperanza, tienen cabida durante unos días entre el ruído de gigantes a los que, probablemente, puede que no tenga mucho que envidiar…