Cada cosa a su olor.

Apariencia, referencias, modales, carácter, gustos… y, por supuesto, un olor.

Apariencia, referencias, modales, carácter, gustos… y, por supuesto, un olor. Si hay algo con lo que seamos capaces de reconocer o recordar algo es a través del olfato, un sentido que, como todo lo que nos rodea, ha sido aprovechado y forzado a evolucionar en el asunto de las empresas y los negocios. La moda, por supuesto, no ha sido la ‘pobrecita e inocente’ que iba a quedarse atrás. Podría decirse que incluso es la industria que más se ha beneficiado de nuestras narices, haciéndonos reconocer una tienda desde la esquina antes de llegar a la tienda en la que se ubica. Muchas incluso se han hecho valer del olor ‘corporativo’ para llevarlo a la realidad a través de productos de cosmética. ¿Te gusta Abercrombie? Es fácil: llévatelo a casa en formado 30 o 100 ml. Probablemente no hará que tu armario se transforme en una de sus famosas tiendas pero tú te sentirás como los dependientes y ellos seguirán aumentando ganancias.

En España, sin embargo, somos algo más puritanos y el señor Amacio junto al grupo Blanco, entre otros, ha decidido que el olor de sus tiendas solamente estará disponible para aquel que entre en ellas. Pero la cosa no solo afecta a las grandes cadenas que han ido apareciendo en los últimos años. Y es que si ya en su momento la extravagante y visionaria María Antonieta contaba con un perfumista real al que encargarle frascos que identificasen sus estados de ánimo, madame Coco, como siempre, también fue una revolucionaria del mundo del olfato. La despreocupación por un simple ambientador para su primera tienda en 1909 y la insignificancia por un nombre basado en su número favorito le llevó a perder muchísimo dinero cuando cedió casi el 90% de los beneficios del perfume a quienes lo crearon. Así fue como el señor Jacques Polge, actualmente noticia por ceder el negocio a su hijo, se convirtió en una persona millonaria y en el encargado anónimo de llevar hasta nuestras narices aromas tan ricos como Coco Mademoiselle o Coco Noir.

Otras firmas de high couture han ido introduciendo el arte del oler a sus colecciones, buscando un nuevo ‘vehículo’ para hacer rodar la filosofía e historia de la casa a través de kilómetros y kilómetros de telas y tiendas. Es el caso de François Demachy, un señor que lo que recuerda con más cariño de su infancia son ‘las colinas cubiertas de mismosas y los campos de jazmín y rosas temprano por la mañana’. Siendo así, estaba claro que Dior había encontrado a su perfumista personal en un ser humano que busca inspiraciones en sus largos viajes y que nos hace suspirar con cada gota de J’adore.

También hay casas españolas en las que el perfume es algo más que una simple herramienta de marketing. Loewe cuenta con la nariz de Emilio Valeros, un señor de los de la vieja escuela que trabaja obsesionado en un entorno limpio para poder llegar a hacer grandes creaciones para la marca española.

Perfumes en los que, como reza el eslogan, al fin y al cabo lo que queda es la esencia, la misma que perdura cuando uno pasa por Gran Vía 8, Paseo de Gracia 35 o Don Federico Moyúa 1 un descubre un local que alberga un auténtico mundo paralelo a la realidad, aquel en el que el lujo, la calidad o el ambiente dan paso a otras cosas. Esas que vienen guiadas por los olores…



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