Ahora las princesas son de mentira.

Debo ser una de las pocas mujeres que a los 5 años no soñó con ser una princesa de las buenas, de esas que llevaban metros y metros de tul rosa...

Debo ser una de las pocas mujeres que a los 5 años no soñó con ser una princesa de las buenas, de esas que llevaban metros y metros de tul rosa y una falda con forma de armazón de tal volumen que casi la rozabas con los codos. Sí, esos que te vendían junto a unos zapatos llenos de purpurina y que suponían el mayor martirio del mundo para las madres. Una fijación que aumentaba conforme más alto era el tacón en cuestión… Volvamos a las princesas.

Aunque los cuentos tienen mucho que ver con las coronas y brillos que rodean nuestra visión sobre la realeza, lo cierto es que en su día ese halo de majestuosidad existió de verdad entre las féminas pertenecientes a las casas reales. Una época en la que, además de apoyar la moda de su país, las reinas, princesas e infantas adherían a su personalidad la suntuosidad de los palacios, intentando retratar la magnanimidad de su persona en tejidos de lujo y bordados de ensueño. Días en los que las reinas, como Isabel, Duquesa de York, convertían a genios de la costura, como Normal Hartnell, en modistos oficiales a través de una Orden Real o en los que Su Alteza Serenísima la Princesa Gracia de Mónaco, o Grace Kelly, se enamoraba de un Balenciaga con bordados de François Lesage.

Pero incluso la moda de palacio evoluciona, no solo en tendencias, sino también en el concepto. Ahora vemos a princesas que visten de corto, utilizan pantalones y que recurren a un reinventado ‘low-cost’, y digo reinventado porque son prendas que en absoluto responden a la traducción de la definición que las alberga pero que, aún así, siguen sin formar parte de la élite high couture. Todos apoyamos la repetición de ‘modelito’ en los actos a los que acuden, mientras que, al mismo tiempo, con la boca pequeña para que nadie nos vea, reconocemos a escondidas que nos escandaliza, sin admitir que realmente nos encanta ver a Chanel y Gucci entre los favoritos del armario real monegasco.

Porque está muy bien eso de que se involucren en la moda popular y se adapten a las circunstancias que se viven, pero todo el mundo sueña con la llegada de un gran acontecimiento, único momento permitido a lo largo de todo el año para poder sacar a la calle el cartel de realeza, y vislumbrar espléndidas creaciones de arte en tejidos, colores, pedrería y millones de horas de trabajo a mano.

Sí, porque aunque las princesas ya no son de verdad, sabemos que provienen de ese molde que Walt Disney les creó exclusivamente a ellas. Como si de una bola de cristal de nieve se tratase, esperando a que alguien las agite para resurgir y desplegar cada uno de sus Lorenzo Caprile y los Pertegaz…



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