Chute de Arte y Erotismo en Casa Monroy.

¿Erotismo? ¿Qué erotismo? No el que vemos todos, con el que señalamos una película o una novela.

Hay otro. El que sentimos dentro ante un gesto, un aroma o una imagen. El que acciona ese resorte íntimo que en ocasiones no somos capaces de admitir ni nosotros mismos.

Ése es el erotismo que buscábamos. Y lo buscábamos en el arte. Así que, dejando de lado las fantasías personales más obvias (ese gran círculo que llamamos pornografía), nos internamos en el matiz, en lo que estimula y excita sin llegar a ser explícito.

¡Seamos voyeurs!, exclamé junto a mi compañero de aventura Ignacio Vleming a todos los allí reunidos. El artista contempla, atrapa, se apropia del objeto representado a través del deseo y lo sitúa ante nuestros ojos. La mirada transforma lo contemplado. El observador de la obra de arte, como Picasso ante sus modelos, interviene en su recreación. Sólo hay que dejar la mirada volar.

Y con la mirada tocamos la piel de los desnudos de Modigliani, las suaves texturas de Boucher, las imágenes de masturbación de Rodin y la pausada sensualidad de los grabados eróticos japoneses.

Nos adentramos en el camino de la sugestión. ¿Acaso no basta que veamos una fruta para evocar su sabor? El muchacho de Caravaggio se ofrece en uvas y manzanas, y las flores de las tahitianas de Gauguin nos llenan de fragancias lejanas y exóticas. Las imágenes penetran a través de nuestros sentidos sin que seamos conscientes de ello.

El impulso erótico: ¿animal o místico? La discusión se tensó en torno a los espasmos de Santa Teresa y la Beata Ludovica en las intrigantes obras de Bernini. El delirio sensual escapa al control de la razón y, en su grado máximo: el orgasmo, suspende y neutraliza la consciencia. Una lucha en la que no hay vencedores, pero que la mística supo transformar en éxtasis.

Tras explorar estos intrincados caminos durante una acalorada hora de charla y diversión, con la suave y frutal garnacha de Congo y Kaos, la conversación prosiguió entre tapices de Aubusson, vírgenes renacentistas y lámparas de Murano. No podía ser de otra forma en Casa Monroy.

El siguiente Chute: Cata de Arte, os espera en cosimoplus.

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