Cata de Arte.

¿Por qué no contemplar una obra de arte como se cata un vino?

¿Qué te parece una Cata de Arte?, le comenté a Ignacio Vleming, mi compañero en los Chutes de Casa Monroy. Un historiador del arte convencional habría sugerido un recorrido por Baco y sus bacanales.

Pero Nacho además de historiador es poeta. Así que arrancamos de un punto de partida diferente. ¿Por qué no contemplar una obra de arte como se cata un vino? El ámbito de la estética no es sólo visual. Abarca todos los sentidos, también el gusto y el olfato.

Así que recurrimos a una figura muy habitual en la poesía: la sinestesia, que vincula sentidos uniendo imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales.
De la mano de Belarmino Fernández, comenzamos con el vino: el gran Loco de Bodegas Canopy. Color, nariz, boca. En la cata cada sentido conforma la siguiente fase: vista y olfato sugieren sabores, que a su vez refuerzan aromas.

Y eso fue lo que trasladamos a las imágenes. ¿Qué sugiere el color? El artista no construye el cuadro sólo a través de la línea. El color, crudo y vivo, conduce la mirada. En El Arte de la Pintura, Vermeer nos lleva a través de la estancia hacia una figura envuelta en azul, cubierta por la luz de la mañana.

La cata continúa. En la fase olfativa el vino muestra su estructura en los aromas primarios, frutales, florales o balsámicos. De igual forma, tras el primer golpe visual, la contemplación de una obra desvela fragancias y sabores. ¿A qué huele un cuadro? El ejercicio metafórico de la cata se traslada a la pintura.

Los exóticos colores de Gauguin, el misterio de Magritte, la calidez de un campo recién segado de Monet, una boda campesina de Brueghel, la piscina de Hockney, una tempestad de Giorgione, los bloques de hielo de Friedrich y el azul de Yves Klein. ¿Qué nos sugieren?
Para comprobarlo no faltó el vino: Tres Patas y Malpaso, de Canopy. In vino veritas. Y más con arte.