La ley de la oferta y la demanda y el sector del lujo.

El sector del lujo tiene una demanda muy consolidada: cambian los protagonistas pero no el volumen de actividad.

El mundo del lujo puede parecer un sector económico frágil. Nuestra lógica de consumidor medio nos dice que ante un problema o una crisis lo primero que hacemos es eliminar el gasto superfluo: el lujo. Pero la realidad es otra. El sector del lujo tiene una demanda muy consolidada: cambian los protagonistas pero no el volumen de actividad. Es cierto que ante una crisis mundial, toda la economía se tambalea, las empresas de todos los sectores se ven más o menos afectadas y con la caída de la demanda generalizada, desciende la actividad industrial. Eso es lo que sucedió en los años 2007 y 2008.
Pero más allá de la crisis, la demanda de los bienes de lujo es más sólida de lo que podría pensarse. Un ejemplo perfecto es la actual situación del sector ante la contracción de la demanda en China.
Durante los últimos años, el enriquecimiento de la ciudadanía china debido, principalmente, a las medidas aperturistas del gobierno, ha servido de tabla de salvación de las empresas dedicadas al alto diseño de ropa, complementos, automóviles, hoteles premium, etc, en Europa. Los consumidores europeos veían contraerse su poder adquisitivo y el consumo, no solo de lujo, sino en general, cayó estrepitosamente.
El aumento de la demanda china, por otro lado, tuvo como resultado que los precios permanecieran elevados. Esto era un problema para demandantes de lujo de países como los Estados Unidos, quienes, aún en plena recuperación, no podían permitirse, salvo contadas excepciones, muchas “alegrías”.
Sin embargo, las cosas han cambiado. El crecimiento desorbitado de la economía china  está retomando pautas más creíbles. Los pilares en los que se apoyaba este crecimiento (el sector inmobiliario y las exportaciones, entre otros) ya no dan más de sí y se está produciendo una desaceleración de la economía. Se llega a hablar de una futura recesión (que técnicamente consiste en varios trimestres con datos negativos del Producto Interior Bruto). Los productores de las grandes marcas europeas, que vieron cómo sus ventas en aeropuertos internacionales a turistas chinos les ayudaban a sobreponerse a los malos tiempos, tiemblan. Pero no así los consumidores estadounidenses, quienes ven cómo la mala racha de China, presiona los precios a la baja y les “regala”, sin querer, un poder adquisitivo extra para satisfacer esa demanda de bienes exclusivos que antes no siempre podían saciar.



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