Sustitutivos imperfectos vs originales: lo más de lo más de la semana.

El último repaso por lo mejor de la semana demuestra una de microeconomía: los sustitutivos imperfectos son, eso, imperfectos.

Los sucedáneos son esa cosa que se parece a su original, o no, pero que intenta cumplir la misma función. Para cumplirla y responder a la demanda debe ser un símil, responder al mismo propósito y a la misma demanda en una forma similar. Si habláramos de microeconomía estaríamos hablando de bienes sustitutivos.

Claro que entre los bienes sustitutivos también se contemplan los sustitutivos imperfectos, aquellos que parece dan respuesta a la misma demanda pero no lo hacen igual. Ni mucho menos. Por ejemplo, cualquier coche te trae y te lleva, pero no todos lo hacen igual. Extremos: para navegar nos valdría con una embarcación que flote y se mueva, pero un Azimut no se puede sustituir por un fueraborda por muy bonito que sea. Ambos responden a la misma función, diríamos, navegar, pero ni se navega igual, ni se disfruta igual, ni tienes las mismas comodidades y servicios, espacios, alojamiento, potencia, etc, que en un Azimut.

A algunos nos pasa con el café. No todos los cafés son iguales, no tienen la misma fuerza, paladar, potencia, sabor, color, aroma. Yo vivo de café. De hecho no me extrañaría que los próximos análisis tuvieran un apartado especial para estudio sobre la cafeína acumulada en mi organismo.  Hay profesiones para las que hay que estar siempre despierto, alerta, activo y produciendo.

Al caso. Aunque me guste y disfrute sobremanera el café la gran mayoría de sus sucedáneos -sobre todo los de cápsulas o sobrecitos- le sientan a mi organismo como una noche de farra y destilados. De muerte, de morir. También es verdad que no bebo más alcohol que alguna copa de vino de vez en cuando. Así que me quedo siempre en lo posible con los cafés de cafetera que me preparan en la cafetería donde suelo desayunar, feliz, con mi periódico de papel. O con los solubles. Estos sí, los hay solubles, no todos, que hacen de sustitutivo cuasi perfecto. Pero siempre siempre si puedo elegir prefiero un café auténtico a un sucedáneo, que no son lo mismo. Elijo lo auténtico como todos, claro, cuando nos lo podemos permitir.

En todo caso, un sustitutivo no tiene por qué ser igual o similar, de hecho a menudo es una mala copia o un burdo intento. El buen gusto, la calidad, es como la vis gráfica: se tiene o no se tiene. O se copia. Pero incluso para copiar hay que saber qué copiar, entender el producto. Lo vemos todos los días en la moda. Hay quien sabe qué copiar y cuando, e incluso mejora la distribución y hace de la moda algo más cercano y accesible. Y ahí está la clave de su éxito. Casos contados con los dedos de media mano.

Lo más visto, compartido, consumido, leído cada semana en loff.it muestra eso, que puede que se consuman sucedáneos o sustitutivos imperfectos pero si podemos elegir todos elegimos lo mejor, lo único, lo más de la moda para vestir nuestro tiempo y estación, lo más del motor, los mejores sitios donde comer, la mejor música, los originales. Elegimos siempre lo mejor de la vida, la mejor vida.


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