Theodor W. Adorno nació en Frankfurt en 1903, hijo único de Oscar Wiesengrund, un próspero comerciante de vinos de origen judío, y Maria Calvelli-Adorno delle Piane, una cantante de ópera, hija de una familia católica italiana. Con la familia vivía una hermana de la madre que era pianista y que contribuyó decisivamente al precoz interés por la música del pequeño Teddie. Desde el principio, sus padres vieron en él a un niño prodigio y lo mimaron en el hogar frente a la escuela, donde sus compañeros de clase le pegaban y se mofaban de él con insultos antisemitas. Más tarde, en el exilio americano, el pensador reduciría el apellido paterno –indudablemente judío- a la inicial, W. La bondad utópica del amor agredido por la maldad del mundo perduraría en el pensamiento posterior de Adorno.
Se doctoró a la precoz edad de veintiún años con un trabajo sobre la fenomenología de Husserl, pero sus influencias más importantes procederían de ámbitos ajenos a la universidad, de pensadores afines a la tradición marxista. Siguiendo el amor y tradición familiar por la música, desde pequeño Adorno siempre quiso que su futuro estuviese ligado a ella. Por aquel entonces, Frankfurt era una de las capitales europeas de las nuevas tendencias musicales y Adorno, que con diecinueve años había comenzado a publicar ensayos y críticas musicales, se convierte en un comprometido defensor de la nueva música. Se marchó a Viena a estudiar las más modernas técnicas de composición y se convirtió en alumno de Alban Berg, discípulo de Arnold Schoenberg. Pero la Segunda Escuela Vienesa era muy competitiva y al cabo de un año se había truncado su carrera como compositor y concertista.
Fue ese fracaso inicial y su interés en la sociedad y la política lo que hizo que Adorno comenzase su actividad docente y a colaborar con la Revista para la Investigación Social que editaba el filósofo Max Horkheimer. Desde ahí, comenzó a estudiar las causas del proceso de autodisolución de la sociedad burguesa por la tendencia de las modernas sociedades liberales hacia formas autoritarias y represivas de poder. Al revés que Hegel, que señalaba que la historia se mueve por el ingenio de la razón, Adorno trata de mostrar que marcha con paso firme hacia el caos. Su proyecto era también el de la llamada Escuela de Frankfurt, comprender porqué precisamente en el momento histórico en el que, gracias al desarrollo técnico y científico, sería posible la emancipación individual se produce todo lo contrario: la aniquilación masiva de individuos. Aquellas tendencias estudiadas por Adorno pronto se harían realidad cuando el nazismo llegó al poder.
“Al existir sin ninguna finalidad visible para los hombres, los animales ofrecen, como a modo de expresión, sus propios nombres, totalmente imposibles de intercambiar.”
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