Un emperador en Roma.

Pocos pueden olvidar el primer paseo por Roma, que su centro histórico resulte familiar e inquietante al mismo tiempo.

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Roma es una ciudad que deslumbra al visitante. Pocos pueden olvidar el primer paseo por sus calles, que su centro histórico resulte familiar e inquietante al mismo tiempo. Pero si además se tiene la suerte de tener como base de operaciones el Westin Excelsior, la experiencia toma un cariz casi divino. Este cinco estrellas Gran Lujo es una de las joyas de la hotelería italiana. Sus habitaciones han sido decoradas con la máxima de respetar el lujo clásico y funcional, de ahí que convivan lo último en tecnología con los muebles grandes y pomposos, cortinajes de otra época, paredes forradas y lámparas de araña en cada habitación y suite, que cuelgan de techos muy altos.

Destacan especialmente sus suites, como la Cupola, llamada así por estar presidida por una gran cúpula, con un fresco pintado a mano que recuerda a las estancias más señoriales de la época clásica de la ciudad. Sentirse como un emperador es fácil entre sus paredes, candelabros de cristal de Bohemia y ampulosas alfombras. Todo ello tras la reforma que acaba de concluir y que ha remozado sus 287 habitaciones y 32 suites, que ha costado alrededor de 7 millones de dólares.

Situado a un paso de la Fontana di Trevi y la Plaza de España, en plena Vía Veneto, cuenta con una gran piscina climatizada interior, gimnasio y un restaurante, el Doney, donde el chef James Foglieni ofrece cocina mediterránea y suculentos platos de pasta fresca con vegetales y pescado; así como un brunch los domingos, de 12.30 a 15.30, donde no faltan las ostras ni el champán Perrier-Jouet.

http://excelsior.hotelinroma.com

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