Jirō Taniguchi

Considerado 'el más europeo' de los ilustradores de manga, el japonés sigue lápiz en mano a los 67 años.

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Pequeño y menudo, este japonés irradia vitalidad en cada momento. Resulta difícil afirmar que tiene 67 años cuando se le conoce… pero ahí está, al pie del cañón, sin dejar de firmar libros a todo aquel que se lo pide, con un autorretrato en lugar de rúbrica.

Fue desde la infancia un ávido lector de manga. Fascinado por el ‘gekiga’, el realismo de este estilo de ilustración marcaría su desarrollo artístico hasta el punto de que lo convirtió en uno de los grandes creadores del genero junto a Katsuhiro Otomo y Hayao Miyazaki. Él destaca por los trazos limpios que lo hacen inmediatamente reconocible, y el tono de sus historias evoca los filmes japoneses de Ozu, Jurosawa y Mizoguchi.

Sus novelas gráficas son un éxito en su país, pero también fuera de sus fronteras. Quizás por la afinidad que él mismo afirma tener con autores europeos como Bilal, Giardino o Moebius (con quien colaboró en la creación de ‘Ícaro’), junto a su afición por los comics franceses y belgas. Considerado un maestro del blanco y negro, que eligiera el color para su última obra, un álbum sobre la ciudad de Venecia encargado por Louis Vuitton, ha causado sorpresa. El resultado, el libro de un acuarelista exquisito.

¿Por qué crear una historia en torno a Venecia?
Porque es imposible trasladar el alma de esta ciudad a un único dibujo. Necesitaba hacer toda una serie, compilar una historia que, además, se hiciera en formato manga, que es en el que me gusta expresarme.

¿Y cuál es la historia?
La de un joven que, tras ver fotos de la vida de sus abuelos y su madre en Venecia, decide ir a la ciudad y descubrir él mismo por qué los tres quedaron fascinados con ella.

Es habitual en sus libros recurrir a la nostalgia familiar. ¿A qué se debe?
Hay pocos sentimientos más universales y homogéneos que el amor por la familia. Da igual de dónde seas, es el mismo en todos lados. Además, es uno de los que más toca en el interior de cada uno. No te deja indiferente, porque es muy sencillo trasladarlo a uno mismo. Además, mis historias las suelo enmarcar en la década de los 50 o los 60, de ahí que suela haber siempre un plano de nostalgia en ellas.

¿Cómo fue el proceso de creación del libro para Louis Vuitton?
Vine dos veces a Venecia, unos diez días en total, y los dediqué sobre todo a hacer fotografías de cada lugar, de cada canal… así como a recorrer por completo la ciudad. Luego investigué en libros sobre su historia, así como tuve la oportunidad de acercarme al trabajo de Fortuny, que me sirvió también como fuente de inspiración. Fueron días intensos. Para mí, fue una sorpresa que hubiera canales tan amplios, por ejemplo, pero lo que más me llamó la atención fue lo fácil que era perderse por las callejuelas.

¿Se siente cómodo cuando le definen como el artista manga con el estilo ‘más europeo’?
Sí, creo que es una buena definición, pero no sólo por cómo dibujo, sino también porque es un hecho que mi trabajo siempre ha sido muy bien acogido en Europa. No tengo reparos, tampoco, en que se publiquen mis libros, por ejemplo, con una paginación occidental, en vez de la original. Se trata de llevar el manga al mayor público posible.

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