La clásica rôtisserie.

Chez Cocó, comer aves nunca antes fue tan sofisticado.

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Siempre se han comido y se comerán aves. Así es en casa, en la mesa cotidiana, y en Francia, también fuera de ella, en los mejores restaurantes; en esas casas llamadas rôtisseries, que son parte de la cultura gastronómica y tienen su propia esencia.

En la Diagonal de Barcelona, Chez Cocó anhela con convertirse en eso, en una dirección clásica en la que se comen pichones, patos, pintadas y codornices; donde, por supuesto, se pueda degustar un sencillo pollo asado. Básico y sí, delicioso.

Una de las principales características del local es su cocina abierta. Se trata de un espacio decorado con elementos de las cocinas tradicionales toscanas y provenzales, con mosaicos artesanales, ollas de cobre y suelos de damero en barro.

Pero el elemento estrella es la rôtisserie, una pieza de tres asadores con un espejo central restaurado y que data del siglo XIX. Aquí las protagonistas absolutas son las piezas de carnes y aves que se asan enteras, a la vista de los clientes. Luego, en sala, serán limpiadas y preparadas ante la atónita mirada del comensal. Porque el equipo de Chez Cocó recupera la mágica liturgia de “trinchar” las viandas.

Junto con las aves, también lechazos y cochinillos, pescados del día y entrantes elaborados con mimo. Y de postre, un dulce homenaje a los carros de pastelería antaño elemento clave en las salas de los mejores restaurantes. Conviene, por lo tanto, guardar apetito para propuestas como la tarta de naranja caramelizada o el milhojas de vainilla y café.

Porque los postres siempre deberían estar a la altura de los platos anteriores, Enrique Valentí, joven impulsor de este establecimiento, ha confiado, nada más y nada menos, que en la pareja formada por Patricia Schmidt y Christian Escribà. Ellos dan color, sabor y ponen la nota mágica al mostrador y a las vitrinas cubiertas de todo tipo de cupcakes.

En cuanto al interiorismo, merece capítulo aparte. Lo firma Lázaro Rosa-Violán y cada rincón tiene algo especial. Intencionadamente recargado y con un marcado acento francés, se ha potenciado al máximo la altura del local. Los huecos en el techo están decorados con molduras y florones de escayola de los que cuelgan grandes lámparas de diferentes diseños, formas y colores.

En el comedor destacan los bancos inspirados en el Orient Express y los textiles que visten de azul profundo los muebles. En las paredes, roble oscuro, dorado y magníficos paneles florales de factura asiática. Y en la terraza, se prolonga el sueño de una noche de verano.

Chez Cocó, comer aves nunca antes fue tan sofisticado.

chezcoco.es

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