Ser escritor y no morir en el intento.

Escritores que han tenido que realizar trabajos de lo más extravagante para poder sobrevivir.

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Tomar un libro, abrirlo por cualquier página y comenzar a leer, ¿no lo habéis hecho nunca? ¡Confesad! Vale sí…, lo admito, yo también tengo esa indiscreta costumbre. Así, la otra tarde en una librería, mientras practicaba el fascinante ejercicio de deslizar los dedos y los ojos entre las páginas de un libro elegido al azar, me sorprendí tarareando al gran Sabina “Al Capone en Chicago, legionario en Melilla, pintor en Montparnasse, mercenario en Damasco, costalero en Sevilla, negro en Nueva Orleans…” Bueno, nadie me miraba, así que sonriendo continué a lo mío —a lo de hojear, canturrear y dejarme embriagar por el olor de los libros nuevos— hasta que decidí llevarme el libro a casa; comprarlo, me refiero a comprarlo, claro. Trabajos Forzados, es el título; su autora, la italiana Daria Galateria quien —al igual que sus protagonistas— además de escribir, trabaja como investigadora, traductora y profesora de Lengua y Literatura francesa.

Porque los escritores, al menos muchos de ellos, han tenido que realizar trabajos de lo más extravagantes para poder sobrevivir. Buscadores de oro, carteros, industriales, fogoneros, guardias e, incluso, oficios algo menos honorables como contrabandista de opio o verdugo. Sin embargo, la mayoría coincidía en señalar a la escritura como la tarea más ardua de todas. Vividores, bebedores, buscavidas, animales políticos o burócratas atormentados, engranajes del sistema, fugitivos y correcaminos… Identificar a Kafka con algún personaje de este elenco resulta fácil pues casi todos sabemos que fue agente de seguros: un trabajo aburrido y rutinario que no le hacía nada feliz. ¿Y Bukowski? Conociendo su carácter desbocado y su azarosa trayectoria, podemos situarlo entre vividor o fugitivo, ¿verdad? Pues ahí donde lo veis, “Charles Bukowski, que en una tarde de borrachera era capaz de arrasar a hierro y fuego una casa, y que al sueño americano contraponía la escritura del exceso —alcohol, sexo y desórdenes de variada naturaleza—, trabajó en realidad, disciplinadamente y durante catorce años como cartero”. Nos encontramos con un joven cónsul —Paul Claudel— perdiendo la cabeza por una mujer casada, con un intrépido y osado Lawrence de Arabia que hace honor a su nombre o con una Colette desplegando todo el glamour parisino en su salón de belleza. Malraux fue ministro, Gorki descargador en el Volga, pinche de cocina y pescador, Orwell policía en Birmania, antes que lavaplatos en París… Daría Galateria nos narra con un lenguaje ameno y un tono divertido, no exento de ironía, las aventuras y desventuras de veinticuatro escritores —y no son los únicos— que tuvieron que apañárselas para sobrevivir en un mundo donde las letras no dan de comer.

Impedimenta —la editorial—, «fundada en Madrid en el año 2007 por Enrique Redel, aspira a recuperar y redescubrir aquellas obras literarias esenciales para poder disfrutar de nuestro largo camino como lectores. Obras que se lean, que se disfruten y que se guarden». Diferente, independiente, elegante, un reencuentro con la distinción, un lujo: el papel, sus bellas portadas y cubiertas, las ilustraciones…, prólogos firmados por grandes de la literatura contemporánea, marcapáginas deliciosos a juego con el libro. Y todo ello elegido con mimo, con ese cariño que se palpa en cada detalle, con un gusto exquisito, pequeñas joyas literarias que no podemos dejar pasar.

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