Yo también tengo un sueño.

Pensé que Fiji era el sueño, pero también allí había hombres.

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Tengo un sueño, bastante más prosaico que aquel de Martin Luther King del 28 de agosto del 63. O no. «I have a dream that one day every valley shall be exalted, and every hill and mountain shall be made low, the rough places will be made plain, and the crooked places will be made straight…«. Sueño un lugar en el mundo a imagen y semejanza de la felicidad, que al fin y al cabo podría ser lo mismo, pero no. Él soñaba con cambiar el mundo, y probablemente lo haya conseguido. Yo sueño con encontrar ese lugar en el mundo que no se parezca a éste, lejos, muy lejos de todas esas cosas contra las que él luchaba y algunas, muchas, más, pero que además lo luzca y lo parezca, porque lo que uno no quiere ver puede que exista pero al menos no le molesta.

Fue un neerlandés el que llegó primero a las Fiji. Uno esperaba que hubiera sido el mismísimo Cook con la HMB Endeavour el que en sus viajes hubiera descubierto al mundo occidental la existencia de este aparente paraíso de islas volcánicas, arrecifes de coral, bosques de bambú y aguas cristalinas que hubiera podido ilustrar aquel naturalista de 22 años llamado Sydney Parkinson que acompañaba a James Cook y al Dr. Solander en su aventura por el pacífico y que realizó miles de maravillosas ilustraciones de la flora, de la costa y de los nativos que encontraron a su paso por Hawaii, Tahití, Nueva Zelanda y la costa este de Australia. Pero ni Cook ni S. Parkinson, unos ochenta años antes de que naciera el mítico Cook este marino llamado Abel Tasman, explorador y comerciante, que representaba a la primera corporación multinacional del mundo, la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales, fue el primer occidental en avistar Fiji. En realidad Viti Levu, que de la fonética inglesa a la vuelta se convirtió en Feejee, léase. Era 1644. Y Tasman seguiría al sur, hasta nueva Zelanda y luego a Tasmania. Sí, Tasman-ia. Eso.

Tanto Cook como Tasman (*) como algunos otros tuvieron la suerte (y la desgracia*) de conocer y descubrir esta parte del mundo salpicada de pequeños paraísos, cuando eran más paraísos de lo que pueden ser hoy, tal y como yo lo sueño. Aunque por aquel entonces aquellos nativos tenían la fea costumbre de comerse a los otros (que la proteína es la proteína), pero hoy todo el mundo habla de las sonrisas y de la hospitalidad de los Fiyianos, de ese ‘bula’ que es un saludo que incorpora tantas buenas formas de decirse hola. Y luego están todas esas imágenes de las más de 330 islas y 500 islettes, de esas olas perfectas del pacífico sobre los arrecifes a los que no se llega remando, un maravilloso clima que oscila todo el año entre los 20º de mínimas y los 30º de máximas, el sol y la arena, las bancas playas al pie de palmeras y cocoteros… y ese agua, la que dicen es la más pura del mundo: Fiji water. Y yo que hubiera sido feliz en aquellos barcos que capitaneaban. Hubiera sido feliz sólo en el momento de avistar estas tierras porque a buen seguro hubiera sufrido el mismo destino de S. Parkinson y me hubiera llevado por delante un escorbuto o una desagradable disentería.  Eso o el intenso vértigo que me produce la profundidad del océano.

Tengo un sueño, sí, decía, un lugar en el mundo en el que se pueda vivir sin muchas necesidades, con los cuatro bañadores y el juego de camisetas de la última colección de The Yeeeha Surf Company, pero también y sobre todo un lugar alejado del odio, de la ira, de la violencia, de la crueldad, de la envidia, de la maledicencia y de todas esas cosas a las que acostumbra el ser humano para llenar sus vacíos. Tengo un sueño y se le parece mucho a Fiji (quizás fascinado por la historia de François Nars y de la isla dicen se compró tras venderle su marca (NARS, sí) a Sisheido. Una isla que está en el arrecife que forma la laguna de Bora Bora, en la Polinesia Francesa, y que se llama Motu Tané, en la que al parecer se refugia en busca de la inspiración para sus maravillosas nuevas colecciones y donde seguro no le molestan demasiadas cosas). Pues Fiji me parecía el lugar, el sueño, que Hawaii la veo un poco saturada de turismo, de personas.

Pero resulta que en este entorno natural paradisíaco, aunque se respire cierta calma social, la verdad es que hay un tipo que se llama Frank Bainimarama, que es Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Fiji (que las tiene, infantería y naval, unos 3.500 soldados de los que unos 600 incluso participan en misiones de paz en Irak, Pakistán, Sudán). Pues el tal Bainmarama dio un golpe de estado contra otro golpe de estado, un contragolpe, vamos, en el año 2000 e impuso un Primer Ministro al que luego le dio un golpe de estado porque no le gustó mucho que fuera un pelín más tolerante de lo que esperaba con los del golpe de estado anterior y entonces impuso (estamos en 2007) a otro llamado Senilagakali como Primer Ministro de ese territorio de 18.274 kilómetros cuadrados por un sólo día hasta que Frank restituye al Presidente Constitucional que al tiempo le nombra Primer Ministro a él -cosas- y decide empezar por aplicar la censura a los medios, que los hay, periódicos, canales de televisión y radio y hasta un diario online: The Fiji Times online, porque aunque no lo parezca en Fiji viven unas 837.000 personas, que no es para que se conozcan todos, pero son suficientes.

Así que no puedo dejar de pensar en que mi sueño, el de vivir en un lugar del mundo mucho mejor, un lugar bueno para con el hombre y un lugar de hombres buenos, puede que deba ajustarse más al de Luther King ( «I have a dream that one day even the state of Mississippi (globalícese), a state sweltering with the heat of injustice, sweltering with the heat of oppression, will be transformed into an oasis of freedom and justice«) que a simplemente desaparecer como Tasman o Cook en busca de una isla del pacífico en la que nada me falte, ni mi familia, ni mis amigos y nada me impida ser feliz y vivir en calma. Claro que en mi sueño, en ese oasis, esa isla de paz y felicidad, de magníficas olas, de infinita belleza y recursos naturales sin medida, conservo la conexión de 65MB de ONO, cable, y esto (como el arrastrar a todo mi mundo hasta allí) para mi que va a ser un imposible. Pero los sueños…

(*) Desde Tasman en 1642, ningún occidental había llegado tan lejos en el Pacífico en sus viajes y exploraciones, hasta Cook un siglo y pico después.

(**) A Cook, que andaba fatal del estómago por entonces y con el carácter un tanto alterado, le dieron una buena tunda los hawaianos cuando dejaron de considerarle un Dios, justo en el momento en que se le fue la mano con la bulla de un pueblo que exigía la liberación de su Rey. Y allí se quedó. Tasman corrió otra suerte, la de morir como el rico comerciante en que se había convertido, en Yakarta. Mucho mejor, sin duda.

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