Vivir en la palabra.

"... que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento"

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«Mire vuestra merced, respondió Sancho, que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino.»

Se sonreía un gran amigo el otro día con mis sustituciones, soportando estoicamente el peñazo de ser contínuamente invitado a cambiar un término por otro todo un desayuno con éste que a veces se siente un poco Quijote también en la expresión, cuando le hablan de molinos donde claramente hay una aventura de gigantes. Y es que al igual que está uno convencido de que somos lo que fuimos lo está de que vivimos también en las palabras, en la expresión, sin echarle apenas cuenta.

Que cuando dices dudas te refieres a inquietudes, a las múltiples opciones e incluso a todo lo posible, que no existen dificultades que son retos, que la verdad es poliédrica y por eso es tan rica y abundante, que está todo tan difícil que no hay más que oportunidades, que somos libres desde el instante en que podemos ser, que toda botella mientras tenga simplemente tiene y cuando no tenga se llena o se tira y a por otra, que acabar interpelando con un ‘sí’ condiciona la respuesta tanto como a nuestra indisposición a la vida usar las negaciones donde caben positivos. Será que cuando uno se predisponía en ellos aprendió que entre soñar y crear hay muchos síes y pocos noes que salgan desde adentro. Que la fuerza de arrancarse a la vida empieza en la actitud y ésta se enriquece en el término y el término en ella y ella en el término, que vemos lo que expresamos y sentimos como usamos la palabra. Y en toda expresión está también el otro que escucha con el ánimo la melodía de un «sí» abierto e infinito o el de un ‘no’ que eclipsa todo mundo. El otro, que es parte del Yo.

Que en la palabra está que uno «bien parece que no está cursado en esto de las aventuras» o que a golpes de aspa de viento todos los gigantes tienen nombre de molino aunque haya que forzarse a verlo caminar sobre sus piedras de moler, con lo que enriquece la vida esa suerte de aventuras en que emprendes trote contra ella aunque sea «en fiera y desigual batalla«. Y se batalla también con la palabra para dar justo término y modular el tono de aquella predisposición al todo y a los mínimos. Y este castellano nuestro es rico en armas.

Y sé que son molinos, pero sin duda es más divertido e interesante ver gigantes. Mucho más.

* El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Capítulo octavo. Del buen suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación. Miguel de Cervantes.

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