Pobre Temístocles.

... muchas cosas hay portentosas, pero ninguna tan portentosa como el hombre.

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Sobre su cabeza resplandece el casco corintio, atributo exclusivo del estratega. Bajo él asoman unos espesos mechones y exhibe una mimada barba de rizos ordenados que aíslan una boca entreabierta. Las cejas, los párpados, los ojos, la nariz, perfectamente proporcionados. Es la expresión serena, aunque concentrada, de un hombre en el apogeo de su vida y facultades. Pero, sobre todo, es la nueva expresión de la democracia, un modelo de convivencia armoniosa y educación cívica, ética y estética destinada a instruir a ciudadanos ejemplares. Es el ideal griego que asocia virtud con belleza y proclama el valor de la libertad frente al despotismo. Como anuncia el coro de Antígona, la tragedia de Sófocles,…muchas cosas hay portentosas, pero ninguna tan portentosa como el hombre.

De baja extracción social y escasa formación intelectual, Temístocles destaca en la historia porque después de alcanzar para Grecia las más altas cotas de la gloria, fue primero exiliado, posteriormente hostigado y finalmente condenado a muerte por sus propios compatriotas.

El padre de la Historia Heródoto, en Historias, escrita poco después de los hechos narrados, no duda en calificar su figura alternativamente con claroscuros. En principio, lo considera el individuo más astuto de Grecia, fama con justicia alcanzada durante la Segunda Guerra Médica (480-479 A.C), donde destacó en la ejecución de la estrategia conjunta y sincrónica, Batalla de las Termopilas y Combate naval de Artemisio– que permitió, a pesar de la derrota, amortiguar el primer golpe frente al avance de Jerjes, y, por supuesto, la victoria en la Batalla de Salamina, alcanzada unos días después de aquellas y previo desalojo de la ciudad de Atenas. Sin embargo, continúa describiendo a un dirigente egoísta y ambicioso que convencía a los atenienses con engaños, aceptaba sobornos, y se mostraba agresivo con otros griegos cuando no seguían estrictamente sus criterios. Los hechos narrados contrastan con la valiente defensa del desfiladero de las Termopilas por Leónidas y sus 300 espartanos, cuya heroica muerte puede considerarse mucho más decorosa que la de sobrevivir a un conflicto para continuar con una vida política que lo llevará al ostracismo y la muerte deshonrosa.

Sin embargo, décadas después, Tucídides en Historia de la Guerra del Peloponeso lo encumbra como el inteligente artífice de Salamina, a la que considera punto de partida de la hegemonía y desarrollo político ateniense del siglo V y resultado de la visión de futuro de Temístocles, constructor del nuevo puerto del Pireo, de los Muros Largos que permitían defender el nuevo puerto y unirlo con Atenas, e impulsor de la flota que dominaría el Egeo.

Diez años después de la victoria de Salamina, Temístocles fue involucrado en una acusación de medismo –ser amigo de los persas-. En consecuencia, el gran héroe de la batalla naval y verdadero estratega del ejército griego en la Segunda Guerra Médica, fue forzado por sus enemigos al ostracismo, iniciando una huida que lo condujo por distintos lugares de Grecia hasta llegar a Asia Menor, donde encontró su último refugio al servicio de sus antiguos enemigos los persas, en la corte de Artajerjes.

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