William Whewell, en el nombre de la ciencia.

Fue quien abandonó para siempre la denominación de "filósofo natural" para referirse a un científico

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William Whewell fue uno de los personajes más relevantes en el mundo de la universidad inglesa de su época. Polémico y entregado al mundo académico, contaba entre sus amigos personales con los miembros más influyentes de la ciencia victoriana, especialmente en matemáticas, pero también en filosofía de la ciencia y en teología. Era uno de esos científicos que no se decantó ni por las ciencias sociales ni por las naturales y no concebía los saberes como cajas separadas y estancas sino, más bien, como vasos comunicantes, dentro de un orden. No es que todo se mezcle con todo sino que, finalmente, los saberes tienen cierto punto en común y en aquella época existían ciertos prejuicios a este respecto que Whewell combatió.

No en vano fue uno de los profesores que impulsó el maridaje entre el álgebra y la geometría, al estilo francés. Y no es una anécdota que esa moda viniera de Francia. Pone de manifiesto que hay una enorme diferencia entre un científico atado a su mesa de trabajo sin contacto con sus pares, sin exponerse al ojo crítico de los demás científicos, y aquel investigador «viajado», con mundo, que alimenta su curiosidad también con los aportes de quienes buscan la verdad en otros lugares. Y de ahí que las amistades de Whewell no se redujeran al ámbito de su tierra natal, sino que Laplace, Lagrange o Ampère, por ejemplo, a quienes leía con fluidez, fueron su inspiración desde joven.

Yo llegué a él por una razón menor. Resulta que en 1829 y 1831 publicó dos ensayos de Política Económica, rama en la que fue uno de los primeros estudiosos en proponer una función de determinación del precio de los bienes. Porque también le interesaba la economía teórica y qué utilidad podía tener aplicar las matemáticas a su investigación. Su aportación no fue nada del otro mundo, excepto por su precocidad.

Donde sí destacó fue en el análisis de la filosofía de la ciencia y en el debate acerca de los filtros religiosos que debía poner la universidad inglesa para mantener la «pureza» de las ciencias. El primer tema era crucial en Inglaterra, Babbage, Peacock y otros muchos de sus amigos, además de investigar, se planteaban cuál era la situación de la ciencia en Inglaterra y el papel que desempeñaba en la sociedad. Respecto al otro punto, Whewell era conservador y creía que la investigación y la docencia no debían abrirse a todo el mundo sino que era necesario mantener en el profesorado un espíritu genuino ingles, «de casa». Su acercamiento a la Iglesia le llegó a medida que la vida le fue arrebatando seres queridos. Parece que cuando el dolor supera un límite, los seres humanos necesitamos acercarnos a esa trascendencia que ayuda a enjugar las lágrimas y la impotencia interiores, sea a través de la religión, o de cualquier otra manera.

De sus seis hermanos, dos murieron siendo muy niños, su hermana Elisabeth siendo muy joven y su hermano favorito antes de cumplir diez años. Su madre, de la que heredó el gusto por la poesía y la habilidad para escribir versos, murió siendo él un adolescente. Su padre cuando él era un veinteañero. Su primera mujer Cordelia, murió tras quince años de feliz matrimonio y una penosa enfermedad, y su segunda mujer Everina Frances, después de diez años de felicidad. El hecho de que para dedicarse a la docencia en Cambridge fuera necesario terminó de acercarle a una visión sesgada hacia la religión.

Pese a una vida difícil, un carácter puntiagudo y una visión particular de la ciencia con la que no coincido del todo, cuenta en su haber con publicaciones relevantes en muchos ámbitos: traducciones de Goethe, poesía, filosofía de la ciencia, química, matemática, mineralogía, física, astronomía, teología.

Además, Whewell era extremadamente hábil inventando nombres para nuevos fenómenos científicos como catastrofismo, consiliencia y ayudó a Faraday aportando las palabras ánodo y cátodo. Y, sobre todo, fue quien abandonó para siempre la denominación de «filósofo natural» para referirse a un científico. Su razonamiento era bien simple: si el pintor y el escultor son artistas («artist» en inglés), lo lógico es que el físico o el astrónomo se llamen científicos («scientist») en inglés.

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