La vida según Dickens. Y la Navidad…

Cuando Dickens dio vida al desagradable Sr. Scrooge, probablemente lo hizo en un intento de plasmar lo que para él representaba la Navidad, incluso la vida entera.

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Cuando Charles Dickens dio vida al desagradable Ebenezer Scrooge en su inmortal Cuento de Navidad probablemente lo hizo en un alarde de inspiración en el que intentaba plasmar lo que para él debía representar, no sólo la Navidad, sino la vida entera. Lo que seguro que no sabía era la espectacular influencia que su cuento tuvo, tiene y tendrá cada año en los pensamientos de un número incontable de personas, tanto si les gusta como si no. Esto es, a todas luces, innegable.

Casi podríamos decir que el mundo se divide en aquellos a los que les gusta la Navidad – entre los que me incluyo – y aquellos a los que no les gusta. Es cierto que en esta época, tanto si perteneces a un grupo, como  si te adhieres al otro, ese sentimiento se magnifica en un sentido o en otro. No vamos a decir que en el mundo hay millones de Ebenezer Scrooge – que los habrá – tan sólo porque haya millones con un espíritu anti-navideño, pero sí me atrevo a expresar mi subjetiva opinión personal, mi visión particular, arriesgándome a decir que una actitud anti-navideña me resulta una actitud egoísta.

Es cierto que el concepto de Navidad es, en su más puro significado, un concepto religioso, pero socialmente va mucho más allá de todo esto, convirtiéndose en fiesta tras fiesta y celebración tras celebración. Dejando de lado el aspecto religioso de la Navidad – con el permiso de los más devotos – habrá a quien no le apetezca nada celebrar lo más mínimo, porque seguro que tiene razones de sobra para hacerlo por motivos que llegarán incluso a límites que no quiero ni que se me pasen por la cabeza. A estos les digo que hubo un pasado, hay un presente – triste, sí – pero también hay un futuro. Hay personas felices por unos días que lo último que se merecen es una mala cara o un mal gesto que arruine su alegría, por muy fingida que pueda parecer. Siempre es tiempo de ayudar a otros y, cuando esto se hace de forma desinteresada se genera en el interior de uno una sensación de bienestar difícil de explicar con palabras. Una actitud positiva hará que cambie el semblante más siniestro. A todos estos que rechazan la alegría y celebración de estas fiestas por motivos de mucho peso, decirles que hagan un esfuerzo y busquen lo positivo que tienen en torno a sí mismos, que seguro que hay más de lo que creen. Encontrarán un pequeño oasis entre tanta frustración y vivirán más tranquilos aunque sea sólo por unos días.

También están aquellos que dicen que no les gusta la Navidad, sin ningún motivo, simplemente porque les gusta hacerse los interesantes ante los demás, o porque se ven como el ombligo del mundo. Estos son los auténticos Ebenezer Scrooge de nuestro tiempo. A estos les digo que allá ellos, porque no tendrán la misma suerte que el personaje de Dickens; no tendrán la fortuna de viajar en el tiempo de la mano de los fantasmas de las Navidades pasadas, presentes y futuras y acabarán comidos por su propia desazón. Allá ellos. Si sirve de algo, tan sólo les diría que lean  – una vez más, si ya lo han hecho – Un cuento de Navidad de Charles Dickens.

Por último, para los que, como yo, gustan de la alegría, la fiesta, el contacto con la gente, la solidaridad, la pena y la dicha compartidas, las ganas de ayudar a quien lo necesite; para los que la sonrisa de un niño, esos semblantes en los que la sorpresa se dibuja de forma tan precisa y resplandeciente provocando en nosotros la añoranza del pasado y la fuerza del futuro… A todos estos les diría que en estos días hagan un esfuerzo más y se conviertan en cualquiera de esos fantasmas de Dickens, porque si cada uno de nosotros logramos reconvertir a un Ebenezer Scrooge, el esfuerzo habrá merecido la pena. Aún diría más. Para todo esto no quiero quedarme sólo en la Navidad. Scrooges hay muchos cada día del año, cada mes, cada estación. Durante el próximo año tratemos de hacer de fantasmas de Dickens siempre que tengamos oportunidad. Creo que Charles Dickens no hablaba sólo de la Navidad, creo que hablaba de la vida.

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Una elegante edición magistralmente ilustrada, os proponemos esta preciosa versión de Kalandraka:

Canción de Navidad
Autor: Charles Dickens
Ilustraciones de Roberto Innocenti 
Traducción de Carlos Acevedo
Encuadernado en cartoné,  21,5 x 29 cm.
152 páginas
Precio: 25 €
ISBN 978-84-92608-49-2

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