El pintor de una utopía.

Dicen de Deineka que es el pintor de la utopía comunista, un creador subordinado a la propaganda de Stalin.

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Decían de Deineka que era el pintor de la utopía comunista, un creador subordinado al régimen totalitario soviético y a la propaganda de Stalin. Todo ello le valió para ser acusado de formalista, kitsch, fiel servidor de la ideología y la educación de masas y, lo que es peor, fue relegado a un segundo plano en el mundo occidental al considerarlo el artista autorizado de un sistema represivo y totalitario.

Maestro del cartel, las ilustraciones y los murales gigantescos, Aleksandr Deineka (1899-1969) es uno de los máximos representantes del llamado realismo socialista soviético. Sin embargo su obra simboliza más, bastante más pues refleja un profundo conocimiento del arte clásico que le acerca a la vanguardia europea realista. Como apunta Javier Gomá, director de la Fundación Juan March, es “el autor de un arte potente, lujoso, vital, épico y con momentos líricos. Deineka toca el tema político, pero lo hace con belleza artística, objetividad e intimidad”. Hoy, libre de prejuicios políticos, su obra es justamente reconocida en el mundo entero. La extraordinaria exposición que podemos disfrutar en la Fundación Juan March de Madrid hasta el 15 de enero de 2012, nos revela la magnitud de una obra inmensa y dual.

La Revolución rusa sorprendió a un joven artista que, formado en establecimientos de inspiración vanguardista y miembro de las últimas agrupaciones constructivistas (como Oktyabr u OST), se convirtió después en ferviente agitador comprometido con la revolución; de la propia dualidad de su vida surge la fascinante ambigüedad de su arte. La exposición abarca toda la obra del artista —80 piezas escogidas entre sus mejores carteles, ilustraciones y óleos— desde sus inicios en los años 20 abundantes en escenas de masas entusiastas, fábricas, deportistas y agricultores como metáforas de una utopía y una realidad social llena de luz, hasta sus últimas obras de los 50 en las que el halo de futuro de sus primeras composiciones se torna en la dura materialidad del gris de la vida cotidiana. «El arte encontró una lengua común con la revolución. El pueblo anhelaba una nueva vida. He aquí la razón por la que en los períodos más duros de mi vida siempre he tratado de soñar cómo pintar mejor unos cuadros llenos de sol. ¡El sol brillaba tanto por su ausencia en aquellos años!» escribió Aleksandr Deineka.

Además se incluyen obras –algunas de ellas excepcionalmente significativas– de figuras de la vanguardia como Kazimir Malevich o Valentina Kulagina y realistas contemporáneos de Deineka como Kuzma Petrov-Vodkin y Aleksandr Samojvalov. La muestra se completa con fotografías, audiovisuales, libros infantiles, carteles y revistas, hasta un total de 250 piezas.

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